Dificultades pedagógicas de la enseñanza en línea: una experiencia docente

Por: Fernando Santander

Ya ha pasado un año desde que inició el confinamiento en nuestro país a raíz de la actual pandemia. En México como en todo el mundo, se nos pidió abandonar los espacios públicos para evitar la mayor cantidad de contagios posibles. Las escuelas en todos sus niveles fueron de las primeras en ser cerradas y para poder seguir funcionando encontraron opciones en la televisión y en la internet con sus diferentes plataformas digitales de comunicación.

Como pedagogo, durante este año de clases virtuales he estado atento a los procesos educativos a mi alcance para tratar de analizarlos y comprenderlos, al inicio era mucho más difícil que ahora. Además de pedagogo soy docente, por ello, en los siguientes párrafos compartiré algunas reflexiones que he tenido sobre la educación y, particularmente sobre la docencia y el lugar de los/las estudiantes a partir de mi experiencia dando clases virtuales durante este año pandémico. Trabajo en dos instituciones universitarias: la Universidad Nacional Autónoma de México y una institución de nivel superior privada que, por cuestiones normativas, no puedo nombrar.

Antes de la pandemia, la institución privada en la que colaboro ya hacía uso de algunas plataformas virtuales para su funcionamiento y comenzaba a explorar algunas modalidades de educación en línea, los y las docentes habíamos recibido cursos para capacitarnos en su uso; al momento en que se hizo el anuncio sobre el inicio del confinamiento en México, esta institución dotó a sus docentes con cuentas y herramientas digitales para poder trasladar las clases presenciales a la virtualidad desde el día uno. Sin embargo, nos dimos cuenta que, aunque teníamos ciertas capacidades con las herramientas digitales, de ningún modo estábamos preparados/as para impartir clases totalmente en línea.

Fuente: latercera.com

Enfrentamos un sinfín de dificultades: de carácter administrativo, de acceso a internet, de infraestructura, de alfabetización digital o conectividad. Pero no me centraré en este tipo de dificultades sobre las que se ha escrito y hablado en muchos espacios. Las reflexiones se centrarán en las dificultades de carácter pedagógico y educativo.

En ambas instituciones identifiqué dificultades que, para mí, siguen siendo las más importantes y urgentes: las pedagógicas. Me refiero a aquellos elementos que en la presencialidad teníamos y que en la virtualidad cambiaron, o desaparecieron, o surgieron nuevos, específicamente aquellos que tienen que ver con las condiciones que posibilitan o dificultan los procesos de enseñanza y los procesos de aprendizaje en la relación docente-estudiante.

Como muchos/as de mis colegas que impartimos clases a estudiantes universitarios/as, me he enfrentado a: los silencios prolongados al lanzar una pregunta, a pantallas llenas de cámaras apagadas, a la sensación de no saber si del otro lado hay alguien, a sentir que en ocasiones no hay diálogo, a la sensación de estar en un monólogo, a la sensación de estar hablando solo frente a una pantalla; ha sido muy difícil sostener y resguardar el vínculo que teníamos con los/las estudiantes dentro del aula, ya fuera de antagonismo, de autoridad, de afectividad, de guía, acompañamiento o del tipo que fuera; ese vínculo, hoy invaluable, permitía el diálogo, la interacción, pero sobre todo, que los/las docentes nos guiáramos.

Entablar un diálogo en la virtualidad cuesta mucho trabajo, puede haber participaciones pero el diálogo y la interacción pedagógica que se daban en el aula han sido difíciles de sustituir; la interactividad grupal que existía tampoco se ha recuperado, los medios de comunicación tienen sus limitaciones; las pantallas de los dispositivos cansan y las distracciones estando en casa son más difíciles de subyugar.

Fuente: El Heraldo de Chihuahua

Un elemento que ha dificultado mi actividad docente, es el tiempo de uso de los dispositivos destinado para las actividades académicas y las clases. Contrastaré mi experiencia en las dos instituciones en las que soy docente. En la institución privada se nos ha exigido a estudiantes y docentes cumplir los mismos horarios que teníamos en la presencialidad a través de mecanismos de control como el pase de lista obligatorio. Estar dos o tres horas frente a una pantalla que se convierten en seis o siete horas para estudiantes y para docentes que dan varias clases al día es agotador. Hemos aprendido que en esta modalidad la capacidad de atención se reduce, el cansancio se multiplica, y estar “conectados” en una sesión cumpliendo el horario no garantiza más ni mejor aprendizaje; tenemos estudiantes agotados/as, hartos/as de estar atados a su dispositivo, dispersos/as y que no siempre disfrutan o aprovechan la experiencia de aprender al máximo.

Aquí cabe una breve reflexión al margen. En esta institución privada a los/los docentes se nos ha multiplicado la carga de trabajo y el tiempo que destinamos fuera de clase a nuestra labor, y así poder cumplir con los requisitos institucionales solicitados para evidenciar y justificar nuestro trabajo. El pago siempre ha sido por hora frente a grupo, jamás se ha considerado el trabajo docente que se hace previo y posterior a una clase: calificar, preparar materiales, actividades, resolver dudas, diseñar instrumentos o técnicas didácticas, etc., y en esta modalidad la carga administrativa y de requisitos se ha multiplicado sin verse reflejado en el aumento de pago por hora frente a grupo. Los/las estudiantes no son las únicas agotadas.

Retomando las cuestiones de carácter pedagógico, mi experiencia en la UNAM ha sido distinta. Desde la coordinación académico-administrativa a la que estoy adscrito, se nos pidió ser flexibles, empáticos y usar nuestro criterio pedagógico (no administrativo) en este tema del uso del tiempo en sesiones síncronas con el grupo. En la clase que coordino ha funcionado muy bien, en aras del aprendizaje, distribuir de manera diferente las horas de clase y las actividades académicas, en grupo se tomó la decisión de redistribuir las actividades, reduciendo las horas de sesiones síncrona (clase grupal) y programando tareas o actividades de aprendizaje para los horarios que no tenemos sesión. Los resultados de aprendizaje, en términos generales, han sido mejores que en mi experiencia con los grupos de la escuela privada.

Por otro lado, está la reflexión sobre uno de los elementos más importantes, si no es que el más, para la docencia: el vínculo docente-estudiantes. En el aula los/las docentes teníamos decenas de señales y elementos a través de los cuales podíamos tomas decisiones inmediatas: las miradas, las muecas, los gestos, las posturas, las risas, los bostezos, los rostros, las expresiones, los susurros, las preguntas, las interrupciones, entre muchos otros más. Todos estos tipos de elementos eran como nuestros sistemas de navegación, funcionaban como radares, como nuestras brújulas; la comunicación y la interacción para el diálogo nunca fue exclusivamente verbal u oral en el aula. En lo particular, ver sus caras de asombro, de duda, identificar la sorpresa o la angustia en sus miradas, en el cambio de sus posturas o en la expresividad de sus rostros me permitía establecer o modificar la trayectoria de una sesión. Hoy en día, en escenarios con cámaras y micrófonos apagados esto se vuelve casi imposible, nuestros mecanismos ante estos escenarios son obsoletos.

Fernando Santander

Otros elementos que permiten el aprendizaje en el aula son los de interacción entre estudiantes, en la presencialidad los canales de comunicación para expresar dudas, inconformidades, chistes, bromas, reafirmaciones o lo que fuera, eran más directos y diversos; los actuales canales de comunicación y las plataformas, por más actualizadas que estén, no han logrado generar herramientas funcionales que nos acerquen a esta experiencia.

Sin duda, el tema de las cámaras y los micrófonos ha tenido sus debates, hay argumentos de muchas índoles, tanto a favor como en contra. En esta reflexión se intenta proporcionar un argumento pedagógico desde la mirada docente. Sin duda lo más cercano a lo que podemos acceder en este momento histórico es la virtualidad como forma de seguimiento y resguardo de los procesos formativos escolarizados; es necesario que en estos entornos virtuales, pongamos al centro el sentido educativo y pedagógico de la escuela antes que el administrativo. Más importante que cumplir con los programas es mantener y resguardar el vínculo humano entre estudiantes y docentes, entre estudiantes con estudiantes, y entre estudiantes y docentes con el conocimiento y el aprendizaje.

¿Cómo lograrlo? ¿Cómo sortear o resolver esas dificultades pedagógicas? La pregunta queda abierta a la reflexión pero compartiré mi respuesta. Estar conectados en una sesión síncrona con el grupo no es suficiente para propiciar o construir conocimiento y aprendizaje en entornos virtuales, tanto docentes como estudiantes universitarios/as tenemos que generar en conjunto las condiciones óptimas, volver a habilitar o reconfigurar esas herramientas y esos canales de comunicación que nos servían como sistemas de navegación en clases presenciales. Las cámaras encendidas pueden ser incómodas, pueden no reemplazar el contacto y la interacción directa pero nos habilitan un poco ciertas condiciones necesarias para mejorar el vínculo y el diálogo entre todos/as las integrantes de un grupo.

Es necesario dejar de ir a ciegas, debemos encontrar las formas de comunicarnos con los/las estudiantes echando mano de todas las estrategias y herramientas que tengamos a nuestro alcance, siempre con el objetivo de mejorar los procesos educativos. Esto es imposible sin la participación e intervención de estudiantes, podemos empezar por preguntarles y escuchar las razones y motivos por los cuales, más allá de limitaciones técnicas o tecnológicas, no pueden o quieren prender sus cámaras por ejemplo; o por qué no se animan a prender sus micrófonos y tomar la palabra; qué otros canales o formatos de participación preferirían. Sin duda hemos aprendido mucho tecnológicamente, pero nos falta muchísimo por aprender pedagógicamente; es decir, en las clases virtuales hemos sorteado y solventado muchas dificultades técnicas, pero sobre las dificultades y obstáculos pedagógicos aún hay un largo trecho por recorrer.

2 comentarios sobre “Dificultades pedagógicas de la enseñanza en línea: una experiencia docente

  1. Excelente reflexión ya que todos estamos muy agotados y al referirme a todos: los estudiantes, maestros y más aún los que son madres o padres y docentes a la vez; y madres o padres y estudiantes es una labor que nos deja muy agotados en ocasiones no hay tiempo ni para dormir…. Esperemos regresar pronto a las aulas y a la convivencia social eso ayuda al ánimo de seguir luchando…..

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  2. Exelente reflexión, se puede notar la gran diferencia que existe entre una escuela de paga y una de gobierno, la flexibilidad y pedagógica de una y lo Administrativo y llenar los requisitos que se estan pidiendo sin tomar en cuenta lo mas importante laparte humana de las personas, los sentimientos y preocupaciones que han de estar pasando la humanidad en estos tiempos, sin contar el estres y frustración para las personas que no tienen los recursos y han tenido que dejar la escuela por falta de dinero, la lucha constante con la tecnología para las personas que no tienen ni idea de como se utiliza, hablando de los abuelitos que se encargan de sus nietos y para ellos es más difícil entender las diversas plataformas que se utilizan hoy en día, nos hace pensar y analizar los diversos escenarios por los que la gente esta pasando en esta etapa de pandemia mundial.

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