La importancia de romper las reglas. Una mirada al juego en Julio Cortázar

Por: Arturo Romero

I

Mastiquemos una vez más a Cortázar. Rumiemos un poco más sobre sus erres largas y arrastradas. ¿Qué hay por encontrar? probablemente nada. Quizá todo haya sido dicho hasta volverlo familiar y cotidiano. Tal vez esa sea la excusa para escribir una vez más acerca de él. Pues bien, si algo hemos aprehendido de tenerlo tanto en boca, es la ruptura de lo cotidiano; de lo cercano en el día a día.

Mantengámoslo un poco más contra el paladar. Hablemos de ello, de la ruptura de lo habitual y habitable dentro de su obra. Para ello centrémonos, en especial, en un cuento que mastica y regurgita el tema: Carta a una señorita en París. Una ventana hacia rituales cotidianos, espacios acabados, cuadros cerrados donde no parece permitirse intromisión extraña alguna.

Brueghel, Pieter, Juego de niños, 1560.

II

Somos seres de costumbres. Nos ceñimos, en el día a día, sobre pequeños actos, guiños, lugares comunes en los cuales nos podamos salvar de terminar a la deriva ante la marea de incertidumbre que se abre en el devenir. No es coincidencia hallar ciudades con los mismos nombres en distintos sitios de Latinoamérica y España, es poco difícil imaginar a los colonos buscando lo ya conocido para no sentirse desamparados ante una tierra completamente extraña para ellos.  Si el lenguaje designa y transforma al mundo, bastaba con conjurar un vocablo familiar para sentirse un poco más protegido; en un sitio propio. Así, vemos sorprendidos a Córdoba situándose en Argentina, en la península ibérica o dentro de tierras mexicanas.  Nos armamos de ritos,[1] nos construimos sobre ellos. Nos apoderamos del día a día con ellos. Caminar por un lado determinado de la acera, la manera en la cual nos vestimos, la faena antes de acostarnos. Los ritos nos ayudan a vivir de una forma más fácil, sin tantos traspiés. Los ritos y costumbres son inherentes a nosotros. Constituyen nuestra realidad, la manera en la cual tomamos el entorno. Estos también ayudan a la memoria, a nuestra salvación de la vorágine del tiempo. En el rito nos re-conocemos, él nos reafirma en el mundo.

Ritos tenemos en todos lados, incluso, para romperlos. ¿Qué es el juego? ¿para qué jugar? ¿por qué jugarlo? El juego siempre es una ceremonia. Una en la cual se encarnan otros roles, un contrasentido a lo estipulado diariamente. El escritor argentino, Julio Cortázar, en alguna entrevista, defendería su valor ritualístico: “Hablo siempre muy en serio del juego, como hablan los niños, porque para los niños, el juego es una cosa muy seria”.[2] Normalmente dejamos y encasillamos los menesteres de estas actividades a territorios infantiles, no acabados, poco rigurosos. Sin embargo, el juego cumple con un rol bastante serio, pues es recreación. Crea y recrea una nueva realidad, momentánea, con base en la cual habitamos. Es una acepción de las reglas, una ruptura de lo normado. En él se pueden encarnar otras pieles, es un túnel hecho con el cascajo y escombro de la vida donde habitamos. Es un contrasentido y, por ello, toda posibilidad. El juego como ruptura de lo cotidiano es, también, una salvación. La salvación de nosotros mismos. 

Nolde, Emil, Naturaleza muerta de máscaras, 1911.

Jugar para salvar, salvar de qué. En las ceremonias se incita, invoca, se afirma sobre actos. Son el inicio o el fin.  Dentro del cauce de sentido unívoco en donde suele correr la vida, nos perdemos dentro de su corriente. Pero el sentido sólo tiene dirección en el momento en cual se expresa. Todo el tiempo hay un sentido múltiple, no dicho, enloquecido.[3] El túnel creado en el juego es un respiro que inhala de este sentido múltiple. Nos ayuda a salirnos del mismo, dentro de nuestras posibilidades, para ponerle pausa a esta otra gran corriente, para no terminar molidos entre sus engranajes. 

Cortázar escribía jugando, lo decía sin tapujos.[4] Escribir era un juego para él. La escritura se le volvía un rito, una ceremonia. La parte final de la palabra, “monia”, se escupe en latín como “estado del ser”. Podría suceder que el escritor al ponerse frente al teclado y una secuencia aleatoria de 27 letras, le ocurriera como a las pitonisas en el oráculo de Delfos. No obstante, lo seguro, como él mismo afirmaba, es el hallazgo del alivio en la literatura, otra configuración de su ser, pues como decía, ésta le era terapéutica. El juego de la escritura no es un rito aislado en el papel. La ceremonia atraviesa e influye tanto en la realidad vivida, como en la creada. No es motivo de exalto el encontrarnos con títulos dentro de su obra en los cuales se evoque al juego. Su obra más conocida, Rayuela, es el ejemplo más claro.  Escribir para Cortázar, y aquello escrito por él, es igual de importante como el paso dado para girar una esquina. El desdibujo de la realidad con lo irreal, es un punto clave en su obra. 

Atacando de lleno el texto, Cortázar nos llega surreal como pocos, así se nos presenta en su cuento Carta a una señorita en París.[5] Al inicio, el escritor argentino, a través de esta obra epistolar, nos habla y construye un mundo cerrado y terminado, lleno de ceremonias estáticas. Mundo en el cual, mover la disposición de alguno de los elementos que le componen, significaría la descomposición del mismo. Es un espacio donde no se permiten otras modulaciones. Angustia y pena experimenta el remitente. Ataca este espacio de convenciones preestablecidas y lo sufre. El departamento es la cotidianidad, lo normado, un sitio en el cual los objetos dejan la huella fósil de su peso en el espacio y tiempo. Es el sentido al cual llegamos abyectos, por causalidades poco dichas.  Toda interacción produce un cambio. El propio acto de adentrarnos a una costumbre distinta, a una corriente cotidiana a la cual no se pertenecía originalmente, producirá una perturbación. Esto no es necesariamente negativo. El cambio se debe saber sortear, incluso por quienes son los “intrusos”. Pese a esto, el caso presentado sucumbe a un sentimiento de ultraje continuo con el cual termina tropezando por todos los rincones. 

Picasso, Pablo, La danza de los velos, 1907.

A su llegada, se nos presenta con las costumbres propias. Estas se vomitan sin voluntad. Son conejos inofensivos los cuales se pudieran ocultar sin más revés, si no hubiese ese temor de entrar de lleno en la vida del departamento, en el flujo que auspicia. Sin embargo, estas costumbres recibidas por un rito tan delicado, orquestado sólo con las puntas de los dedos, son rechazadas por el mismo ejecutante. Hay una autonegación atravesando constantemente la carta.  El rechazo expuesto es una condena propia. Es un dejarse ir por la corriente impuesta, sin miramientos. Es un sepulcro. No hay reafirmación del ser de uno mismo ante lo acontecido. No hay intento por el devenir propio, es perderse en el sentido establecido. Sortear el cambio requiere una imposición de sí mismo para no perderse. Esto no quiere decir que se logrará cambiar el flujo del sentido en el cual se habita, no obstante, es aprender a usar ese flujo de ritos para la vivencia propia. Ocultarse, el ocultar el producto de esos ritos, como es la primera estrategia de nuestro narrador en el cuento, ocasiona un distanciamiento abrupto entre ambos mundos. No hay mediación, solamente el vórtice que se crea por el choque de ambos sentidos. Escupir conejos, posible representación de los ritos propios, dañinos para el medio en el cual se desenvuelve —pues siempre hay una amenaza latente en la cual podrían terminar devorando el mismo—, empuja a nuestro personaje en un sentido contrario al que corre el departamento pulcramente acomodado. Este hecho termina por despedazarlo. 

Uno inviste el juego elegido por uno. Es un rito llevado a cabo por determinación propia. La ceremonia en la cual nos podemos poner otras pieles, caminar con otras huellas. Elegimos avatares. Creamos otros caudales usando los materiales a disposición en el medio en donde nos encontramos. Dar el paso y adentrarnos en él, es, parece ser, de las pocas formas encontradas a disposición para salvarnos de la realidad que nos arrolla.

Podríamos tomar como ejemplo otro cuento del autor argentino, Final del juego,[6] aquí el juego, -tema central en toda la trama-, es el salvavidas de las protagonistas. En este logran escapar del asedio maternal hacia el reino erguido cerca de las vías del tren. Dejan de ser las niñas de casa, posan, se recrean en la piel de las estatuas que personifican. Recordemos a Leticia, aquella joven con problemas lumbares, quien vivía bajo una lupa especial de sus mayores y disminuida, por lo mismo, de las actividades cotidianas. En su rito ella toma la batuta y lleva el control. Decide tomar el juego, saltar en él, lo empuja a sus últimas consecuencias dentro de sus límites. Desafía todo, la autoridad materna y su propia condición física, para erguirse. Recrea, ante todo pronóstico, una estatua en una pose maravillosa. Aunque esto le cale los huesos y lleve lágrimas a sus ojos, lo hace bajo sus propias reglas, bajo esa ceremonia de olanes y piedras preciosas. Si cualquier sentido nos lleva al mismo final, mejor hacerlo bajo nuestros propios términos.  El juego es eso: la posibilidad. Creada a través de los materiales de la realidad cotidiana. Ya lo decía Cortázar en su teoría del túnel:

La destrucción de formas tradicionales, tiene la característica propia del túnel; destruye para construir. Sabido es que basta desplazar de su orden habitual una actividad para producir alguna forma de escándalo y sorpresa. […] La operación del túnel ha sido técnica común de la filosofía, la mística y la poesía, pero el conformismo medio de la “literatura” a los órdenes estéticos torna insólita una rebelión contra los cuadros internos de su actividad.[7]

Matisse, Henri, La danza, 1910

Pese a que él habla principalmente de literatura, pensaba en esta acción como extensible a otras disciplinas. Además, como él lo decía, el juego de la escritura era bastante riguroso para él, las nociones escritas y lo acontecido en su vida estaban engarzados. Pistas de ello podemos ir encontrando entre sus obras: ver una realidad que se difumina con la ficción sin tener límites marcados. Ejemplo de ello lo hallamos en el cuento Continuidad en los parques.[8] 

Así, la importancia del juego reside en empujar los límites provistos por el sentido cotidiano. Llevarnos dentro de sus límites para encontrar lo buscado por nosotros, construir un contrasentido. Esto, claro, no debe tomarse como un mensaje vacuo de superación, por el contrario, es una tarea difícil, que, como en el ejemplo de Leticia, puede llevar a retorcernos sólo por unos instantes de satisfacción propia. No meternos en el juego, establecer nuestros ritos o, en el peor de los casos, sentirnos constantemente fuera de todo, como lo es visible en Carta a una señorita en París, donde el personaje se la pasa siendo un viajero perpetuo, parece llevarnos abruptamente a terminar hundiendo las fauces en la acera bajo cualquier balcón. Imagen que se contrapone a la de flâneur, el eterno caminante, un viajero perpetuo. Sí, fuera de todo, pero al mismo tiempo dentro de la sociedad, como en un túnel, lo cual le permitía recuperar la vida, su paso por el espacio, de manera distinta.[9] El flâneur, así, es quien se mete al juego, apuesta y sufre, pero gana una perspectiva distinta, un horizonte más amplio. Camina en el sentido del día a día, como si fuese dueño del mismo, de las calles revestidas por sus pasos. Es quien, gracias a esto, puede criticar, reflexionar, deconstruir, reconstruir y empujar los límites que le encierran. 

Lautrec, Toulouse, Baile en el Moulin-Rouge, 1890.

III

El juego, como se observó, ayuda a romper los límites cotidianos. Romper los límites es una forma para expandir, llegar más allá de lo establecido, encontrar otras formas. El flujo de ritos ajenos existe y nos arrastra, nosotros decidimos de qué manera lo surcamos: como quien termina de cabeza bajo un balcón o como quien, contra todo, se yergue y posa victorioso. Claro, esto da pie para virar y revisar cómo la pregunta por el cuidado de sí, se hace presente en todo esto, lo cual es pertinente revisar en otro trabajo.  

Por otro lado, es conveniente señalar la condición ceremonial del juego, que, como todo rito, tiene sus límites. Normalmente, estos están establecidos en las reglas. Cuando uno juega y se ve obligado a salir del transe establecido por el mismo para revisar las normas que sustentan la ceremonia, uno sale de la misma. Así, la pregunta por los alcances del juego, queda como una incógnita a evaluar. Situación que, echando un vistazo a la obra cortazariana como en Manuscrito hallado en un bolsillo,[10] cuando uno hace evidentes estas normas, el resultado no pinta alentador, por lo cual, se vuelve un tópico de interés para su visita. 


[1] Por rito me refiero al acto o costumbre que se repite invariablemente; a las prácticas establecidas cotidianamente

[2] El Juglar Arte y Cultura, “Entrevista a Julio Cortázar 1983 —El Juglar/ México” [en línea]

[3] Deleuze, Guilles, La lógica del sentido, año no disponible, p. 8

[4] El Juglar Arte y Cultura, Op. Cit.

[5] Disponible en https://bibliotecas.unileon.es/tULEctura/files/2014/03/Carta-a-una-se%C3%B1orita-en-Par%C3%ADs.pdf

[6] Disponible en https://ciudadseva.com/texto/final-del-juego/

[7] Cortázar, Julio, “Teoría del túnel” [en línea], 1947.

[8] Disponible en https://www.ingenieria.unam.mx/dcsyhfi/material_didactico/Literatura_Hispanoamericana_Contemporanea/Autores_C/CORTAZAR/Continuidad.pdf

[9] Benjamin, Walter., Sobre algunos temas en Baudelaire, año no disponible,p. 18

[10] Disponible en https://www.literatura.us/cortazar/manusc.html


Lista final de referencias

  1. Benjamin, W., Sobre algunos temas en Baudelaire, Chile,Escuela de Filosofía Universidad ARCIS, año no disponible.
  1. Cortázar, J., Bestiario, México, De bolsillo, 2016.
  2. Cortázar, J., Final de Juego, México, De bolsillo, 2016.
  3. Cortázar, J., Octaedro, México, Alfaguara, 2018.
  4. Cortázar, J. “Teoría del túnel[en línea], Ciudad Seva, casa del escritor Luis López Nieves, consultado en: https://ciudadseva.com/texto/la-teoria-del-tunel/, 16 de mayo 2020.
  1. Deleuze, G., La lógica del sentido, Chile, Escuela de Filosofía Universidad ARCIS, año no disponible.
  2. El Juglar Arte y Cultura, “Entrevista a Julio Cortázar 1983 —El Juglar/ México [en línea], Youtube, consultado en:https://youtu.be/2bOIv-04-3I, 16 de mayo 2020.  

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