Entre hojas y confesiones

Por: Rosa Vázquez

Corro a mirarme en ti: y, Otoño en Brooklyn es un libro de poemas de corte intimista que ha visto la luz bajo el sello editorial de la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. En su primera parte, conjuga un diálogo, a manera de confesionario, entre la autora mexicana Carmen Boulllosa y el poeta español Juan Ramón Jiménez. En un segundo momento, esta misma confesión se queda en el yo reflexivo y nostálgico, breve y directo, al narrar la autora, su vida, en forma de hojas otoñales que la expresan desde su textura, trayecto y caída.

La autora mexicana Carmen Boullosa traza como tema central de su poemario a la tan famosa, polémica, impactante y caótica ciudad de Nueva York, situada en Estados Unidos; nación que debe su imperio a la arbitrariedad ejercida sobre Latinoamérica, en dónde ese México que la ha dotado de identidad se deja ver en la primera parte del poemario, donde la confesión se vuelve pugna y la pugna poesía: “hago mejor papel que los que dizque llevan fredom, fredom, democracia, y sólo buscan entre dientes el negocio del petróleo, […] Caían las hojas como alas puras de palomas purificadas, que imagen de paz, de – repito- pureza. Eran las hojas que venían de más allá del piso cien de alguna de las dos torres gemelas”[1]

Corro a mirarme en ti, en su primera edición en 2012, es un llamado al poeta que en ella le habita, un clamor de confusión y abrigo que sólo otro poeta pudiese comprender, el mismo padecer enloquecido que causa el cuestionarse la vida y sus formas.

Rosa Vázquez

“Dime poeta, ¿quién soy?, no puedo irme con esta duda a la tumba, ¡quién soy!”[2]  Boullosa se cuestiona el sentido de su andar por la vida, si acaso valdrá este tránsito el darse al otro, el respirar y ver a la de enfrente que ya no la mira, por la multitud y su andar a veces nublado, otras cegado.

La escritora, deja ser al reclamo de su país en la fría Nueva York, donde con sorpresa, desde sí misma, le cuenta en búsqueda de respuestas al poeta Juan Ramón Jiménez lo que sus ojos no encuentran sentido y le dice: “pon atención, estás vivo, estás entre los vivos, así sea esto tumba como te lo he anunciado, porque la vida es un féretro ahora en el siglo veintiuno”[3], diálogo con un pasado muy presente.

Por su parte, del poeta con quien conversa -ganador del Premio Nobel de Literatura, 1956-, en su poema La muerte bella, en un fragmento dice:¿Qué me vas a doler, muerte? ¿Es que no duele la vida? ¿Por qué no he de ser más osado para el vivir exterior que para el hondo morir?”[4], y es que tal parece, solo el poeta puede entender la sinrazón de otro poeta.

Rosa Vázquez

La poeta canta su raíz que permanece en su pecho pese a la distancia, los rascacielos la modernidad de la ciudad que nunca duerme, “La hojarasca (hoguera parpadeante), las casas brooklinetas (llamas petrificadas), y los rascacielos al otro lado del río (espejos del ardiente crepúsculo en Manhattan) suman un incendio mayor, una sola palabra ardiendo, una lengua iluminada, gramática del magma, voz del mismo dios que vive voraz en mi volcán Popocatépetl. El otoño me ha traído de vuelta a casa”[5].

 Carmen Boullosa, la poeta de pluma brillante y audaz, lleva al lector por un sendero narrativo, descriptivo y atiborrado de imágenes contemporáneas que anhelan pasado; así llega a un puente que conecta al columpio desde donde se vive la segunda parte del poemario que continúa en prosa, conservando la íntima confesión, pero ahora con un ritmo no previsto a la lectura. Sorpresivo, cortante y particular al nombrar pasajes personales en la vida de la escritora mexicana, quien, a manera de soliloquio, se dice: “me pregunta el otoño de mi vida, ¿quién te iba a decir a ti – ¡la niña! – que ibas a tener un cumpleaños 52?”[6].

Otoño en Brooklyn, relata en 52 bloques – a manera de años – la terrosa y nostálgica tercera estación anual, donde las hojas en los árboles, las caídas, las secas y las verdosas son metáfora de sí misma, como un proceso que la va habitando conforme al soplo del viento. Es su yo, mujer que se implanta en la tierra como semilla, crece a la merced del sol y la lluvia, se conserva rozagante, prendida de la rama más fuerte y entonces logra ser su propio árbol: frondoso y cálido, que envuelve y se deja envolver.

Boullosa se deja ver en sus obras. Es transparente al compartir rupturas, anhelos, dolores que le han acompañado a lo largo de su vida. En Antes[7], novela de su autoría, ganadora del Premio Xavier Villaurrutia 1989, relata desde la niña que fue los sucesos y preceptos que la han llevado a ser quien es; 23 años después continúa su voz intimista, más ahora como la mujer que reclama desde la esfera humana, y sigue mostrándose gozosa, herida, valiente, erótica, “mi aliento ardiendo: algarabía, hoja colorada. Siénteme en la boca amado, quiero quemarte el alma”[8].

El otoño de su vida se muestra como un aviso del paso del tiempo en su cuerpo y sentir, con imágenes bellas y desgarradoras, vislumbrando una aceptación obligatoria pero comprendida, “sólo el agua en el otoño queda impávida, todavía es la sangre calma del mundo, todavía es la sangre en la tarde también colorada. En cualquier instante le llegará el blanco invierno”[9]. Son las hojas que bailan y se caen, que se desprenden y se mueren, metáfora de su poesía, hojarasca a punto de envolver la piel que las lee, las siente, las aterriza en su ser.


[1] Boullosa, Carmen, Corro a mirarme en ti: y, Otoño en Brooklyn, 2012, pp 10 y 12.

[2] Ibidem p. 30.

[3] Ibidem p. 18.

[4] Jiménez, Juan Ramón, Poema “La muerte bella”, [en línea].

[5] Ibidem p. 69.

[6] Ibidem p. 51.

[7] Boullosa, Carmen, Antes, 2012.

[8] Ibidem p. 49.

[9] Página 66


Referencias:
-Boullosa, Carmen, Antes, México, PRISA Ediciones, 2012.
-Jiménez, Juan Ramón, Poema “La muerte bella”, [en línea], consultado en https://www.poemas-del-alma.com/juan-ramon-jimenez-la-muerte-bella.htm, 31 mayo 2021.

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