LA ESTIGMATIZACIÓN DEL VIH EN GRUPOS LGBT+

Por: César de Jesús

El SIDA, cuyas siglas significan Síndrome de Inmunodeficiencia adquirida, es la etapa final de la infección provocada por el VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana) la cual tiene como principales vías de transmisión la sexual y la sanguínea. Para marzo de 1983, año en el que se registran los primeros casos en México, el VIH se reportaba en tres pacientes masculinos que presentaban síntomas “extraños”, lo cual se aunaba a los contagios registrados en Estados Unidos, provenientes principalmente de personas homosexuales. Al principio  se especulaba mucho sobre el verdadero origen de la enfermedad, principalmente entre la sociedad; algunos grupos alegaron que el padecimiento era de origen divino, casi un castigo de dios por permitir que la homosexualidad y todas las disidencias sexuales tuvieran tanta libertad para mostrarse en público. 

El papel en sociedad que tuvieron los grupos LGBT+, principalmente los homosexuales y las personas trans respecto al SIDA y VIH,  tiene como origen el papel que se les legó culturalmente y fue reforzado históricamente mediante referencias religiosas como la creación del pecado nefando, o a través de estereotipos creados en cine, donde la interpretación total de estos personajes ridiculiza su expresión de género a través de una feminidad exagerada que, hasta cierto punto, pareciera que es mala o deshonorable en una país que siempre ha tenido como estandarte la masculinidad ruda interpretada por actores de bigote ancho, por tal motivo, cuando la pandemia de SIDA llegó al territorio, era de suponer que los principales culpables serían los individuos gay y trans o más bien la idea que se tenía sobre ellos. 

Desde la aparición del  SIDA, hubo un gran torbellino de incertidumbre por saber las causas que lo originaron, no se sabía exactamente si era por intercambiar ropas, utilizar los mismos cubiertos y vajillas que otra persona, toser, darse la mano o simplemente utilizar el transporte público. Cuando el gobierno reconoció la presencia del virus en 1985, se tenían registro de al menos 63 casos en todo el país, el miedo imperó totalmente en la forma de sociabilización LGBT+, no se podía confiar en nadie que pareciera estar “sano”. Se sabía que esta enfermedad actuaba de manera sigilosa y silenciosa causando grandes estragos en su etapa final lo que conllevaba a que muchas personas evitaran tener el mayor número de relaciones sexuales o en su defecto, se volvían completamente abstemias.

En esta época, aún se pensaba que ser homosexual era una enfermedad, el VIH/SIDA llegó únicamente a reforzar esta idea errónea, una de las pocas voces en abordar abiertamente la crisis sanitaria que se vivía fue Carlos Monsiváis quien en esta misma década fundó Letra S, en sus entregas comentó que los enfermos por VIH eran considerados los nuevos leprosos del siglo XX, solo para darse una idea de la magnitud de discriminación que vivían los que padecían la enfermedad. 

Foto 1 fuente: sin embargo

Como lo demuestra la historia del movimiento LGBT+ mexicano, los medios de comunicación hicieron correr el mote de peste gay para referirse a la enfermedad, se creó todo un movimiento mediático que desprestigió a los homosexuales, lesbianas y transexuales, corrieron rumores que llegaron hasta mediados del 2000, acerca de jeringas infectadas en las butacas de los cines e  incluso que había personas que en su “odio a los demás” se dedicaban a contagiar y hasta estuvo el rumor de que se perforaban condones con la única intención de contraer el virus. Este tipo de comentarios lejos de esclarecer un hecho que es verdadero, llena de prejuicios el pensamiento colectivo de la sociedad. Para ellos, el SIDA se lo merecen los homosexuales por profesar una orientación diferente a la establecida. Los motivos principales que alimentan esta clase de arbitrariedades son principalmente de tipo religioso y heterosexual.

Los motivos religiosos se basan, sobre todo, en los dogmas que establece la biblia acerca de las relaciones monógamas y de la mesura sobre el sexo, aunque más allá de establecer una moral que rija la vida de las personas en pareja, crea estigmas que obstaculizan el libre ejercicio de la sexualidad; de esta forma, se construyen conceptos meramente malsonantes como lo contra-natura  que es aquello que está en contra del orden natural y la moral, además fue a través de los años que este concepto se popularizó rápidamente hasta desencadenarlo en términos de homofobia y serofobia (aversión a las personas VIH positivas) donde adquirió una connotación peyorativa en la cual se establece que cualquier persona que actualmente este dentro del espectro de la diversidad, en algún momento de su vida, se vuelve un portador potencial del virus y de la enfermedad por castigo divino. 

La heterosexualidad se considera la norma sexual establecida, por lo que es común que la gente se refiera a ella como “algo normal”. Es claro que esta condición sigue vigente hasta nuestros días. Con los avances que se lograron respecto en materia de derechos humanos, las personas LGBT+ pasaron de ser una minoría a ser considerado un grupo vulnerable por las condiciones en las que se desarrollan dentro de los ambientes urbanos. No solo se sigue quebrantando la identidad y orientación sexual de las personas, sino que, cuando alguna de ellas adquiere el VIH, se le condena totalmente llegando a generar un ostracismo social y una ruptura de las relaciones más cercanas a ellas. Es justamente en ese momento cuando se puede hablar de discriminación y estigmatización porque es el resultado de los prejuicios adquiridos a través de los años, reforzados principalmente por las instituciones y/o grupos religiosos, sin contar el papel que tiene la cultura machista dentro del país, además de, los vacíos médicos imperantes hasta mediados de los años 80 y “despenalizados” hasta principio de la década de los 90.

De acuerdo con la Encuesta sobre Discriminación en la Ciudad de México realizada en 20131 reveló que: El 88.1 por ciento de las personas consideraron que sí existe discriminación hacia las personas con VIH/SIDA, por lo que se les ubica en el sitio número siete de entre los grupos más discriminados, por abajo de personas indígenas, gays, de piel morena, pobres, adultas mayores y de las personas con lengua o idioma distinto.

En dicha encuesta se proyecta que a las personas portadoras de VIH se les discrimina principalmente por temor al contagio, por lo cual evitan acercarse a ellas e incluso se les niega el servicio médico o se les vulnera el derecho al trabajo.

Si bien la discriminación en países latinos, especialmente México, es más común en hombres homosexuales y transexuales, Restrepo (2010)2 alude a este fenómeno mencionando que, algunos hombres perciben la infección por VIH como una condena a muerte y por lo tanto prefieren evitar conocer la existencia de la infección, ya que las imágenes sobre la etapa del SIDA que han sido difundidas a través de los medios de comunicación han creado en estos hombres un imaginario sobre el sufrimiento y el dolor que ésta genera.

Foto 2 fuente: revista bacánika

Vivir con VIH en un país donde la desinformación tiene mayor alcance, genera problemas tanto sociales como clínicos, el miedo a adquirir VIH se vuelve una constante en la vida de cualquier persona sexualmente activa generando que se trastoque al prójimo y atacando su idiosincrasia. Nunca será necesario para que se conserve las apariencias morales, de responsabilidad y género, aceptar comentarios peyorativos hacia nuestra persona y mucho menos para evitar comportamientos contradictorios de acuerdo a la apariencia o al estatus serológico.

Sobre esta base pareciera que todavía se sigue defendiendo prejuicios con base en argumentos científicos que son demasiado caducos para aceptarlos actualmente, y que ya han sido refutados por activistas y científicos de la comunidad internacional, a esta clase de asuntos se les denominan “Pseudociencias” pero estos criterios y métodos de conocimiento se topan con serias dificultades cuando la complejidad de los sistemas de estudio aumentan porque se da un número mayor de cambios ya sea por la contemporaneidad de sus congéneres o porque las leyes de la humanidad siempre están en constante evolución. 

Foto 3 fuente: apple.com

Todo eso se posiciona como una ideología muy radical acerca de defender la existencia misma del virus que ha ocasionado muchas muertes desde su aparición en el siglo pasado, aún así los avances científicos han demostrado que se puede mantener muy bajas las cargas virales de VIH obteniendo como resultado, que las personas que viven con la enfermedad lleguen a ser indetectables e intransmisibles a la hora de tener relaciones sexuales con un tercero. Asimismo, es necesario establecer que ser VIH+ no significa el fin del mundo además nadie, por ningún motivo, tiene derecho a pedirnos un estudio a la hora de mantener relaciones sexuales, este acto coartaría la libertad individual y sería un atentado contra la privacidad individual.

Referencias

1.- COPRED, “Las personas con VIH son el 7° grupo más discriminado en la CDMX”, consultado en http://data.copred.cdmx.gob.mx/comunicacion-social-yprensa/pronunciamientos/pronunciamientos-2016/las-personas-con-vih-son-el-7-grupo-mas-discriminado-en-la-cdmx, junio 2021.

2.- Campillay Campillay, Maggie, y Monárdez Monárdez, Maribel. “Estigma y discriminación en personas con VIH/SIDA, un desafío ético para los profesionales sanitarios” [en línea], 2019, consultado en http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1886-58872019000300008&lng=es&tlng=es.

3.- Muñoz Rubio J (Coordinador) Homofobia, laberinto de la ignorancia, ED Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades: Colegio de Ciencias y Humanidades, 2010, p. 229.

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