Desmonumentalizar a Colón: causa, ejercicio y tropiezos

Por: Alejandro García

Introducción

En México y América Latina una serie de eventos recientes en torno a los monumentos públicos de carácter histórico-colonial ha desatado un fuerte debate que demuestra la vitalidad y la persistencia del problema del colonialismo y sus secuelas en la región. En la Ciudad de México, un caso reciente que generó polémica y debate fue el anuncio, por parte del gobierno capitalino, de la sustitución del monumento a Cristóbal Colón en una glorieta de Paseo de la Reforma.

Contextualización

El monumento a Colón había sido retirado el año pasado, días previos al 12 de octubre, debido a una marcha convocada por diversos colectivos que llevaba el nombre de Lo vamos a derribar y que, precisamente, tenía por objeto derruir el monumento. Al recibir diversas críticas por la remoción de la estatua tras el anuncio de la manifestación, el gobierno argumentó que lo retiraba para realizar tareas de restauración.

El 5 de septiembre del 2021, Día Internacional de la Mujer Indígena, tras una propuesta en el Senado y diversas cartas de mujeres de naciones, pueblos y culturas originarias apoyando la idea[1], el anuncio de la sustitución del monumento a Colón fue dado de manera pública por primera vez en voz de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.

De igual forma, Sheinbaum anunció tempranamente que la nueva escultura que sustituiría a Colón sería Tlalli, comisionada al escultor mexicano Pedro Reyes. El proyecto planteaba una talla en piedra basada en una cabeza Olmeca pero con el rostro de una mujer. Sin embargo, tras una serie de severas críticas a la designación del artista comisionado, Sheinbaum comentó que la decisión de quién realizará la obra que sustituya la estatua se va a encomendar al Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos de la Ciudad de México.

Argumentación

La remoción del monumento a Cristóbal Colón forma parte de un programa desarrollado por el gobierno mexicano de renombramiento y sustitución de símbolos del imaginario colonial en espacios públicos, monumentos y festividades.[2]

Estas acciones se dan en el marco de la conmemoración de los 500 años de resistencia indígena, 200 años de independencia y 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan, una serie de eventos y conmemoraciones en las que se ofreció disculpas a las víctimas de la ocupación española y se condenó la imposición de un sistema político, económico, religioso y cultural a través de la coerción.[3]

Pero más importante resulta entender que, la sustitución del monumento a Colón en Paseo de la Reforma se da también en el contexto de una serie de desencuentros similares en diversas partes del continente con los símbolos y monumentos de la historia occidental.

En otros países como Chile (2019, 2021), Bolivia (2018, 2020), Colombia (2021), Perú (2020) y Estados Unidos (2020) se han llevado a cabo diversas manifestaciones multitudinarias (pese a la pandemia mundial) en las que se han intervenido, destituido, derrumbado y destruido monumentos a Cristóbal Colón, pero también a otros personajes que han sido parte de la historia del sometimiento indígena y el esclavismo en el continente americano como Baquedano, Gonzalo Jiménez, Sebastián Belalcázar, Jefferson Davis y Robert E. Lee.

Colón derrumbado en Colombia, 2021.
Fuente: La Opción Noticias

Durante dichos movimientos se leyeron significativas frases del sentir y pensar de los asistentes: “Extirpar de raíz”, “Fue invasión”, “Por nuestros muertos”.

No olvidemos que la estatua de Colón en la Ciudad de México fue removida precisamente por una protesta convocada para su derrumbamiento y cuya convocatoria fue inspirada, en parte, por las acciones similares llevadas a cabo en otros países. Este movimiento estaba acompañado de una petición en la página Change.org que exigía al Gobierno retirar todos los monumentos similares en la Ciudad.

Asumimos como acto soberano el derribo de monumentos execrables y como homenaje a los millones de indígenas y afrodescendientes masacrados […] A partir de la conciencia y justicia históricas impostergables, nos sumamos al movimiento antirracista y anticolonial global que en los últimos tiempos protagoniza el repudio a los símbolos de una única versión histórica ominosa, de despojo, represión y genocidio permanentes.[4]

Cabe señalar que no es la primera vez en la historia de nuestro país y de nuestro continente que se presentan eventos de tal índole, en 1989 y 1990 grupos indígenas se manifestaron frente a la misma estatua a Colón exigiendo detener las celebraciones en torno a su figura. Al mismo tiempo se llevaban a cabo protestas similares en Bolivia, Chile, Costa Rica, Honduras, Guatemala y otros países. 

El 12 de octubre de 1992 un grupo de aproximadamente 25,000 manifestantes que exclamaba “Cristóbal Colón al Paredón” arribaron a la glorieta de Reforma para pintar y escupir el monumento. Ese mismo año en Chiapas se derribó la estatua de Diego de Mazariegos y en Michoacán se decapitó la del virrey Antonio de Mendoza.

En 1994, de nueva cuenta, se presentaron manifestaciones y en la misma fecha, se intentó derribar la escultura con la ayuda de lazos amarrados a camiones[5].

Protestas en Paseo de la Reforma, 1992.
Fuente: El Universal

El cuestionamiento de la estructura socio-cultural decolonial y su (re)presentación a través de los monumentos ha sido concurrente en la región, la inconformidad con el discurso y el modelo heredado del colonialismo se expresa con pausadas pero estrepitosas convulsiones en nuestra historia.

Es innegable el hecho de que existe un extenso malestar social vinculado a las reverberaciones coloniales que aún se perciben de manera extendida en México y varios países de América Latina, los acontecimientos en torno a los símbolos de este periodo de la historia en el espacio público nos demuestran que es un problema y una discusión que está muy lejos de tener un cierre, “hay una necesidad de que sea conocida otra historia, porque al final hemos estado muy determinados por UNA narración y por otro lado existen múltiples narraciones de lo que sucedió”.[6]

Tampoco podemos negar el hecho de que, el derrumbamiento, intervención y sustitución de estos monumentos no se reduce meramente a un acto simbólico dado que el urbanismo, la arquitectura y el arte fueron elementos centrales en la conformación de una nueva estructura organizacional importada desde Europa y que reiteran de manera pragmática la conformación de un nuevo imaginario y dinámica social. En este sentido la transformación de los símbolos puede entenderse como la transformación de las relaciones de poder entre los habitantes del continente americano y para con los invasores españoles.

La controversia que ha suscitado el hecho de la sustitución del monumento a Colón en Paseo de la Reforma, es evidencia tangible del peso que posee la cultura visual del espacio público y del nivel de incidencia que ocupan estos símbolos en los pilares del discurso y la praxis política.

Glorieta de Reforma, 2021.
Fuente: El Informador

Diversos enfrentamientos se han suscitado entre el gobierno en turno y la oposición respecto a la pertinencia y legalidad de remover la estatua. Sin embargo, las críticas que contienen mayor legitimidad y un mayor sentido crítico al hecho no están estancadas en la cuestión sobre si el monumento debe ser retirado o no.

Algunos de los comentarios realmente relevantes que se han hecho al respecto son los relacionados con la designación del artista encargado para la labor y la primera propuesta presentada para sustituir a la estatua de Colón.  Dos cuestiones centrales se presentan aquí: quién enuncia y cómo lo enuncia.

Como se había mencionado anteriormente, un grupo de 350 artistas y personalidades del sector cultural escribieron una carta a la Jefa de Gobierno de la Ciudad al respecto:

Nos parece inadmisible la elección de Pedro Reyes, un artista hombre que no se autoidentifica como indígena, para representar a “la mujer indígena”: así, generalizada, negando con ello la particularidad y diversidad de las mujeres que se autoidentifican como miembros de pueblos y naciones originarias, y poniendo su imagen en manos de la mirada de un hombre blanco-mestizo.[7]

Si estamos en el entendido de no solo sustituir una estatua sino, de manera conjunta, transformar los rezagos de la lógica colonial en la sociedad mexicana comencemos por entender a quién está adjudicado el poder de representar formas e ideas, a quién está adjudicado el poder de tomar decisiones unilaterales en la política cultural, a quién está adjudicado el poder de hablar y debatir dichos temas. En últimos términos, este poder permanece anclado a una élite económica y, en significativa medida, racializada.

Aunque las razas no existen entre los seres humanos, nuestra sociedad tiende a comportarse como si lo hicieran y, en el caso de México y otros países de la región, está estadísticamente comprobado que los grupos racializados de fenotipo “blanco” tienden a tener ventajas económicas, educativas y laborales sobre aquellos de piel morena. De esta forma tiende a predominar en los grupos de mayor poder e influencia desde donde se ejercen los pensamientos y acciones de mayor repercusión en la sociedad[8].

En el caso de las representaciones artísticas y patrimoniales de nuestro país, estas están claramente ancladas a una estructura de predominio euroamericano (para lo cual simplemente hace falta echar un ojo a la lista de firmantes de la carta anteriormente mencionada) en la que se arraigan la discusiones y expresiones sobre “el otro”. De tal suerte que ese “otro” en cuestión queda fuera de la ecuación y simplemente se remarca el predominio de la estirpe en el poder de debatir, enunciar, definir y representar. 

Cierre de ideas

Aquellas críticas que se remiten meramente al valor patrimonial o artístico dejan de lado cualquier discusión ideológica sobre la dimensión intangible del objeto artístico. Es una negación rotunda del sentido político que siempre ha ido de la mano de la estética y se mantiene en una relación indisociable.

Por otra parte, aunque las acciones del gobierno tienen un sentido restaurativo y dignificador, se tropiezan constantemente en una narrativa que más que reconocer las desigualdades inherentes a la herencia colonial en México, reproduce un discurso y praxis de tintes propiamente coloniales.

Con la escultura Tlalli, designada en un primer momento para sustituir el monumento a Colón, se desemboca en una atropellada representación genérica y ornamental de lo indígena.

[…] la lucha por visibilizar al otro –ajeno al criollo dominante– avanza, pero se topa con los rezagos coloniales normalizados en la sociedad, reforzada por las instituciones de poder. Este choque de criterios genera el conflicto sobre lo correcto o incorrecto en el espacio público.[9]

La decisión del gobierno de sustituir el monumento a Colón es acertada, responde a la inercia de un movimiento político que está tomando fuerza en toda América y que proviene del hartazgo de una población históricamente marginada. Sin embargo, el error cometido fue a quién se encomendó la tarea de representar/reivindicar “lo indígena”. Una decisión que reitera la construcción de una imagen etnológica del “otro” y de paso da continuidad al poder racializado y clasista en el sector cultural y sus instituciones.

Este hecho se presenta simbólicamente significativo a los acontecimientos del mes de octubre del año pasado: aunque el gobierno de la Ciudad fue quien tomó la decisión de sustituir la estatua fue también quien la salvó.

En un sentido, podríamos decir que esta decisión del gobierno cumplió plenamente con el objetivo de atraer los reflectores y catalizar el debate sobre la historia mexicana en el escenario público. Me gustaría creer que también se abrió una pequeña brecha en el entendimiento y debate sobre la trascendentalidad de las imágenes y el arte en el núcleo de la sociedad.


[1] Aristegui Noticias “Escultura de mujer indígena sustituirá monumento a Cristóbal Colón en Paseo de la Reforma”, [en línea].

[2]Por  ejemplo, el renombramiento de la estación del metro “Zócalo” a “Zócalo-Tenochtitlan”, la sustitución del nombre de “Plaza de la Noche Triste” por “Plaza de la noche Victoriosa” y el renombramiento de la Calle “Puente de Alvarado” a “Calzada México-Tenochtitlan”. La maqueta a escala del templo sagrado de la capital de México-Tenochtitlan y la declaración del Senado de renombrar la fecha 12 de octubre como “Día de la Nación Pluricultural” en detrimento del “Día de la Raza”.

[3] Recordemos la carta enviada por parte del presidente de la república a Felipe VI, Rey de España y al papa Francisco de la iglesia católica en solicitud de disculpas por los daños y las ofensas ocasionadas a las comunidades indígenas de lo que actualmente es México durante el periodo colonial.

[4] La jornada, “Lo vamos a derribar”: colectivos llaman a concentración ante estatua de Colón” [en línea].

[5] Navarrete Rodríguez, María Angélica, “El día que quisieron derrocar la estatua de Cristóbal Colón” [en línea] en La Jornada, 2020.

[6] Idem.

[7] Los Ángeles Times, “Retiran a escultor de plan de cambiar estatua de Colón por indígena en México” [en línea].

[8] Navarrete, Federico, “La blanquitud y la blancura, cumbre del racismo mexicano” [en línea] en Revista de la Universidad de México, 2020.

[9] Ayala del Río, David, “Colonialidad y Espacio Público: El monumento de Cristóbal Colón en Lima” en Nueva Hegemonía, 2020, p. 165.


Lista de referencias

  • Alvarado Lincopi, Claudio y Quezada Vázquez, Ivette, “Derribar, sustituir y saturar. Monumentos, blanquitud y descolonización” [en línea] en Corpus. Archivos Virtuales de la alteridad americana, no. 1, vol. 11, 2021, OpenEdition Journals, pp. 1-11, consultado en: https://journals.openedition.org/corpusarchivos/4560, 23 de septiembre 2021.
  • Ayala del Río, David, “Colonialidad y Espacio Público: El monumento de Cristóbal Colón en Lima” en Nueva Hegemonía, no. 2,2020, Centro de Estudios de la Realidad Peruana, pp. 151-176.

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