Copanaguastla. De convento dominico a ¿pueblo fantasma?

Por: Ulises Gómez

Introducción

En medio de un caluroso campo rodeado de bugambilias, cerecillos y árboles de flamboyán, salta a la vista un enorme conjunto arquitectónico. Su construcción data de finales del siglo XVI y, durante casi 100 años, sirvió como estandarte de la evangelización que emprendieron los españoles en la Depresión Central de Chiapas. Aunque en la actualidad el lugar se encuentra prácticamente abandonado, de no ser por los contados forasteros que la visitan de vez en cuando, las paredes de este antiguo convento resguardan una encantadora pero trágica historia.

1. CAMINO REAL DE CHIAPAS DURANTE LA EPOCA COLONIAL. FUENTE. ARQUEOLOGIA MEXICANA
CAMINO REAL DE CHIAPAS DURANTE LA EPOCA COLONIAL. FUENTE. ARQUEOLOGIA MEXICANA

¿Cómo llegar? La antigua ruta del Camino Real de Chiapas

El exconvento dominico de San Vicente Copanaguastla se ubica dentro del ejido de San Sebastián La Candelaria, municipio de Socoltenango, Chiapas. Se puede llegar al recinto a través de tres entradas. La primera, partiendo de la capital de Tuxtla Gutiérrez y siguiendo la carretera que conecta a Venustiano Carranza, San Francisco Pujiltic y Socoltenango con Comitán de Domínguez; dentro de una enorme cuenca de tierras bajas conformadas por cerros, ríos y cañaverales. La segunda, saliendo de San Cristóbal de Las Casas y atravesando los pueblos de Teopisca, Aguacatenango, Las Rosas y Soyatitán; vía que desciende en una especie de escalinatas desde las frías montañas hasta los calurosos valles. Y la última, desde la ciudad de Comitán, frontera con Guatemala, que enlaza a La Trinitaria, Tzimol, La Mesilla y Socoltenango; un camino de bajas y subidas que está cercado por el río San Vicente.

No es casualidad que la mayoría de estos derroteros tengan su origen en el Camino Real que durante la época colonial cruzaba la Depresión Central y Los Altos de Chiapas. Un circuito comercial que unificó desde la época prehispánica a México, Guatemala y Chiapas; facilitando la movilidad de personas y el intercambio de ideas y productos, desde los Cuchumatanes hasta el Altiplano de Guatemala y las llanuras costeras del Golfo de México. Cuando los españoles pisaron estas tierras, los cacicazgos más densamente poblados se ubicaban en la Depresión Central. La mayoría situados a lo largo del curso superior del río Grijalva y sus múltiples afluentes: Chiapa, Comitán, Pinola, Copanaguastla, Quechula y Acala; estos últimos, dos importantes puertos fluviales. No por nada se fundaron dos villas españolas en Chiapa y Comitán, que después fueron desmanteladas y trasladadas a Ciudad Real (hoy San Cristóbal de Las Casas).[1]

ASENTAMIENTO PREHISPANICO Y COLONIAL DE COPANAGUASTLA. FUENTE. MARIO HUMBERTO RUZ, COPANAGUASTLA EN UN ESPEJO,1992

Según diversos arqueólogos e historiadores, la ruta de la Depresión Central, llana y más corta que la de las montañas, fue la más transitada por los arrieros y mercaderes. Esta gran cuenca funcionó como la garganta de un conducto socio económico del que se valieron los españoles que llegaron a pie y caballo, para someter a la población que habitaba tierras bajas. Por este camino no solo transitaban mercancías, animales, tamemes y demás peregrinos, por aquí llegaron los santos católicos, los esclavos y las múltiples enfermedades que atacaron a los pobladores.[2]

Gracias a sus fértiles tierras regadas por el río Grijalva, y como sugieren los vestigios encontrados en diversos puntos, desde la época prehispánica numerosos pueblos -mayas, zoques, chiapanecas-, coexistieron y lucharon por controlar esta red viaria. De hecho, los transeúntes que utilizaban este trayecto “se enfrentaban al gran problema de que tenían que pasar por el territorio de muchos señoríos rivales entre sí”. Sin embargo, con el control y sometimiento que emprendieron los conquistadores, el problema desapareció y los caminos fueron usados como medio de evangelización y colonización.[3]

Entre 1545 y 1565, los misioneros de la orden de Santo Domingo congregaron y fundaron 34 pueblos donde se hablaban diversas lenguas. La fundación de estos poblados en las inmediaciones del Camino Real, como Copanaguastla, San Bartolomé, Coapa y Escuitenango, no fue al azar. Estos sirvieron como mesones, donde los viajeros podían descansar o cubrir cualquier necesidad que tuvieran durante su travesía de Guatemala a la Nueva España o viceversa.[4]

ENTRADA AL EJIDO SAN SEBASTIAN LA CANDELARIA, SOCOLTENANGO, CHIAPAS. FOTO. ULISES A. GOMEZ VAZQUEZ

Desde el siglo XVI, los españoles decidieron establecer estancias de ganado y pequeños ingenios azucareros. Por eso, proliferaron las haciendas en Jiquipilas y Comitán, donde se criaban mulas y caballos para ser vendidas con los arrieros que transportaban mercancías entre Oaxaca y Guatemala. Incluso, muchas de estas bestias eran trasladadas a la Ciudad de México para su venta en otros mercados. Los pueblos de San Bartolomé y Copanaguastla, en cambio, contaban con cargadores que esperaban a cualquier transeúnte que necesitara de sus servicios.[5]

Los beneficios de este trascendente camino fueron desapareciendo durante el siglo XVIII. Las constantes epidemias de los siglos XVI y XVII, así como la explotación laboral y la esclavitud a la que fueron sometidos los naturales, ocasionaron la funesta desaparición de 17 pueblos. Con la extinción de Copanaguastla, Coapa y Escuitenango, que servían como puntos para comer, pernoctar o descansar durante los largos itinerarios, el Camino Real entró en decadencia. Como consecuencia, el sendero que subía de Comitán a Ciudad Real y bajaba a Chiapa de los Indios pasó a ser el más utilizado. Irónicamente, a lo largo de los siglos XIX y XX, la Depresión Central se convirtió en la región menos poblada de Chiapas. Había más ganado que gente. Sobre todo, grandes extensiones de tierra que siguieron siendo motivo de historias y conflictos. Prácticamente con la construcción de la Carretera Panamericana en el siglo XX, se conservaron algunos derroteros de este antiguo enlace.[6] 

NAVE DEL CONVENTO. FOTO. ULISES GÓMEZ VÁZQUEZ

Copanaguastla. El bastión de la evangelización

Copanaguastla fue un populoso pueblo tseltal. La primera referencia de su existencia es de 1524 y proviene de un informe del conquistador Bernal Díaz del Castillo. Su primer encomendero fue Andrés de la Tovilla, un español que llegó de Guatemala con la hueste de Pedro de Portocarrero.  Hacia 1530, la orden de la Merced era dueña de una casa de campo y un trapiche ubicados en los alrededores. Entre 1554 y 1557 fue ratificada como vicaría dominica y en su jurisdicción recayeron los pueblos de Socoltenango, San Bartolomé de Los Llanos, Soyatitán, Ixtapilla, Tecoluta, Zacualpa, Pinola, Comitán, Citala y Chalchitán. Su primer vicario fue fray Domingo de Ara, quien escribió el “Vocabulario de lengua tseltal según el orden de Copanabastla”.[7]

A las espaldas del pueblo los españoles descubrieron una mina de oro que en pocos años quedó desolada. Si bien se cultivaban diferentes plantas nativas, el algodón era la principal fuente económica. Las actividades de su gente eran sumamente diversas, entre pescadores, panaderos, costeras, parteras, músicos, etcétera. Durante el siglo XVI, fray Tomás de la Torre la describió de la siguiente manera:

La tierra de Copanaguastla y toda la comarca es maravillosa en todo, primeramente en temple; porque ni hace frío ninguno ni demasiado calor. Hay gran abundancia de toda la comida de los indios, así maíz como ají y todo lo demás que ellos comen. Es la madre del algodón y de allí se visten todas estas provincias. Es tierra llanísima, de grandes pastos para ganados, y a las espaldas tienen las sierras de donde se saca el oro. Es del todo semejante a Jericó. Hay infinitas palmas, palmitos excelentísimos […] tiene grandes tierras de regadillos y otras cosas grandes. Tiene una falta grande, que no ha habido hasta ahora en aquella tierra un Eliseo que les sane las aguas y es que como es tierra de palmitas, tiene la misma enfermedad que las aguas de Jericó.[8]

Esta abundancia de la que gozaba incitó la llegada de más españoles en busca de tierras, quienes se enfrascaron en una lucha por el control de la zona. El 1 de octubre de 1611, Fructus Gómez Casillas, deán de la catedral de Ciudad Real, informó que en dicha vicaría había “catorce españoles pobres casados”, dos ingenios de azúcar y un trapiche con “ocho esclavos casados y treinta indios casados y solteros”; además, diez estancias de ganado vacuno y caballar con cincuenta indios, negros y mulatos casados y solteros.[9]

Desde su fundación, Copanaguastla fue el tercer pueblo en tamaño de la provincia. En 1625, el dominico inglés Thomas Gage anotó que el vecindario tenía más de 800 indios:

Ese valle que alimenta a un número grande de reses produce también muchísimo algodón, que es la principal mercancía del país, por los copiosos surtidos de mantas que de él se fabrican. Los indios se cubren con ellas y los mercaderes de diversas provincias las van a comprar a los habitantes, las cambian con los de Soconusco y Suchitepeque por cacao, de manera que nunca falta chocolate en la provincia. Tampoco falta pescado porque el río lleva abundante, ni carne porque el valle está lleno de ganado, ni telas con que vestirse, porque aun después de surtirse la provincia venden muchas para afuera, ni pan, porque si no hay trigo, la cosecha de maíz es suficiente para su consumo. En fin, tiene caza cuanto quieran, aves y con especialidad pavos, frutas, miel, tabaco y caña dulce.[10]

DETALLES DEL FRISO CON QUERUBINES. FOTO. ULISES A. GÓMEZ VÁZQUEZ

Como símbolo de la riqueza que llegó a tener la orden de Santo Domingo, los religiosos mandaron a los naturales construir enormes edificaciones en Copanaguastla, Soyatitán, Coapa y Escuitenango. En términos cronológicos, el convento de Copanaguastla fue el quinto en ser construido por los dominicos en Chiapas y Guatemala. Según Sidney Markman, la estructura de dicho convento es más grande que la Catedral de San Cristóbal de Las Casas. Lo que habla de su grandeza social y económica para la cristianización en Chiapas. Incluso, desde este convento salían hasta Guatemala varios misioneros para ayudar a otros frailes en la pacificación de aquellas tierras.[11]

Es posible que, entre 1564 y 1568, fray Francisco de la Cruz haya supervisado los trabajos de construcción. A más de que en 1564 un rayo incendió el techo de madera, la iglesia fue totalmente reconstruida cuatro años después, tal y como ahora la conocemos. El espacio estuvo ocupado desde 1556 hasta 1645. Desde 1617 la importancia del convento empezó a decaer; por el contrario, los conventos de Tecpatán y Comitán adquirieron mayor relevancia. Para entonces, solo cuatro frailes residentes atendían a los nueve pueblos de su jurisdicción.[12]

De la tragedia al abandono. Convento, finca y ejido

Aunque Copanaguastla era uno de los cacicazgos más ricos, las constantes hambrunas y epidemias que trajeron los españoles ocasionaron que casi toda la población sucumbiera; aunado a las aguas insalubres que facilitaron la expansión de enfermedades por todo el Camino Real. Desde antes de 1629, los copanaguastecos alarmados solicitaron a las autoridades el traslado de los sobrevivientes a otro pueblo vecino, sin embargo, los dominicos se opusieron alegando que la tragedia era un castigo de Dios por la idolatría que aún persistía entre la población, ya que uno de los religiosos encontró a unos indígenas adorando a un ídolo prehispánico detrás de una imagen estofada de la virgen del Rosario. El 3 de febrero de ese año, el prior provincial de Santo Domingo de Guatemala, fray Juan Ximeno, ordenó trasladar el convento a Socoltenango. Fue hasta 1646 cuando las campanas y la imagen de la virgen del Rosario, junto a los pocos sobrevivientes, fueron llevadas definitivamente a Socoltenango. Con el tiempo, las tierras comunales fueron motivo de negocios y conflictos entre los dominicos y otros españoles advenedizos.[13]

ARQUITECTURA ENRAIZADA. FOTO. ULISES. A. GÓMEZ VÁZQUEZ

La magnitud de esta tragedia puede verse reflejada en los datos duros que se resguardan en los archivos. Como muestra, si en 1595 existían 592 tributarios en Copanaguastla, para 1689 apenas eran 11. El esplendor del pueblo se fue esfumando en la perpetuidad del tiempo. Todavía en 1702 se reportó que los pocos sobrevivientes que fueron reubicados formaron una parcialidad dentro de Socoltenango; casándose después con naturales de otros pueblos.[14] El “grandioso paraíso” pasó a ser un pueblo fantasma, que en pocos años se convirtió en una finca que tuvo por nombres la “Soledad Copanaguastla” y “El Rosario Copanaguastla”. El convento fue utilizado como corral de ganado hasta el siglo XX. Con la lucha campesina que inició un séquito de campesinos hacia 1970, las extensas tierras de esta finca fueron expropiadas para formar nuevos ejidos.[15]

En la actualidad, el edificio del convento se encuentra en ruinas y a cielo abierto. La iglesia conserva la mayor parte de sus muros laterales y un retablo de estilo plateresco que adorna la entrada principal, compuesta por un arco semicircular y cuatro nichos; donde pudieron haber existido pinturas o esculturas sacras.  La puerta está encuadrada entre dos pilastras y cabezas de querubines alados y de hombres barbados entre los marcos cuadrados de los frisos. El diseño de las ventanas se asemeja a un estilo que se parece al “prototipo medieval temprano”. Tiene arcos de medio punto, al igual que los templos de Soyatitán, Tecpatán y Quechula. La parte superior de la torre del campanario está destruida. La planta es de una sola nave, con patio rectangular y rodeado habitaciones y pasillos corridos; además, una escalera de caracol que lleva a la azotea. El interior es de aproximadamente 12.00 metros de ancho y 49.00 metros de largo. La materia principal es la piedra, aunque burdamente tallada, debido a que los trabajadores empleados en la construcción “carecían de experiencia para trabajar con la piedra a la manera europea”.[16]  

A grandes rasgos, los elementos arquitectónicos de la fachada son evidentemente de inspiración renacentista, con un estilo sui generis que caracteriza a los conventos dominicos de Chiapas y Centroamérica. Si bien, su estado de conservación es mejor que otros edificios de la época, además de que hace algunas décadas se identificó en sus alrededores un sitio arqueológico, el interés de los investigadores, y del propio Instituto Nacional de Antropología e Historia, no ha sido tan relevante durante los últimos años.

Finalmente, el fantasma de la historia recorre los amplios y tórridos pasillos, fusionándose con una serie de elementos orales, como los mitos y las leyendas, que hoy en día cuentan los pobladores sobre este enigmático sitio. Siendo un claro reflejo del vasto poder que llegó a tener esta orden religiosa durante la época colonial, y un desafortunado ejemplo de las múltiples tragedias que experimentaron los antiguos pueblos de Chiapas.


[1] Ruz, Mario Humberto, “Memorias del río Grande”, 2004, pp.44-47; Lee Whiting, Thomas Arvol y Mario Tejada Bouscayrol, El Camino Real, 2019, p. 26; Viqueira, Juan Pedro, Cronotopología de una región rebelde, 1997, p.25.

[2] Gómez Vázquez, Ulises Antonio, “Las misiones de los dominicos”, 2020, p.216.

[3] Viqueira, Juan Pedro, “Los pueblos desaparecidos de la Depresión Central”, 2011, p.41.

[4] Viqueira, Juan Pedro, Cronotopología… op. cit.,  p.27

[5] Gómez Vázquez, Ulises Antonio, “Las misiones…” op. cit., p. 216; Viqueira, Juan Pedro, “Los pueblos…” op. cit., pp. 37-44.

[6] Viqueira, Juan Pedro, “Los pueblos…” op. cit., Lee Whiting, Thomas Arvol y Mario Tejada Bouscayrol, El Camino… op.cit., 2019, p.  86

[7] Ruz, Mario Humberto, “Memorias…” op. cit., 44-47; Ruz, Mario Humberto, Copanaguastla en un espejo, 1992, pp. 95; Gómez Vázquez, Ulises Antonio, Laudare, benedicere y praedicare, 2020, p. 163 y 264.

[8] Ximénez, fray Francisco, Historia de la provincia de San Vicente, 1999, p. 363

[9] Vos, Jan de, Vivir en frontera, 1994, pp. 217-224.

[10] Lee Whiting, Thomas Arvol y Mario Tejada Bouscayrol, El Camino… op. cit., 2019, pp.  65-68.

[11] Markman Sidney David, Arquitectura y urbanización en el Chiapas colonial, 1993, pp. 157-159

[12] Ídem

[13] Ximénez, fray Francisco, Historia… op. cit., 1999, p. 162-167; Ruz, Mario Humberto, Copanaguastla… op. cit., 1992, p. 341.

[14] Gómez Vázquez, Ulises Antonio, Laudare… op. cit., 2020, pp.219 y 263.

[15] Morales Avendaño, Juan María, San Bartolomé de Los Llanos, 1985, p.26, 133, 165 y  238.

[16] Artigas, Juan Benito, Chiapas monumental, 2013, pp. 123-132; Markman, Sidney David, Arquitectura… op. cit., 1993, pp. 159-173.

VISTA DE LOS MUROS EXTERNOS. FOTO. ULISES GÓMEZ VÁZQUEZ

Lista de referencias

Artigas, Juan Benito, Chiapas monumental. Atlas gráfico, UNAM, México, 2013.

Gómez Vázquez, Ulises Antonio, “Las misiones de los dominicos en la provincia de Chiapa. Transcripción del auto “Sobre que los religiosos de Santo Domingo, provean de suficientes ministros para las doctrinas que administran. Año de 1656”, Revista Liminar: Estudios sociales y humanísticos, vol.18, núm. 2, pp. 213-229, 2020.

Gómez Vázquez, Ulises Antonio, Laudare, benedicere y praedicare. La experiencia de la orden de Santo Domingo en la provincia de Los Llanos. Tierras, trapiches y capellanías en el priorato de Socoltenango, 1609-1706, tesis de maestría, CESMECA-UNICACH, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 2020.

Lee Whiting, Thomas Arvol y Mario Tejada Bouscayrol, El Camino Real de Los Altos de Chiapas a Guatemala, Gobierno de la República de Guatemala y Gobierno del Estado de Chiapas, México, 2019.

Markman, Sidney David, Arquitectura y urbanización en el Chiapas colonial, Gobierno del Estado de Chiapas, Instituto Chiapaneco de Cultura, 1993.

Morales Avendaño, Juan María, San Bartolomé de Los Llanos en la historia de Chiapas, UNACH, Tuxtla Gutiérrez, 1985.

Ruz, Mario Humberto, Copanaguastla en un espejo. Un pueblo tzeltal en el virreinato, INI, México, 1992.

Ruz, Mario Humberto, “Memorias del río grande”, en Viqueira, Juan Pedro y Mario Humberto Ruz (coord.), Chiapas. Los rumbos de otra historia, CIESAS – UNAM, México, 2004.

Viqueira, Juan Pedro, “Los pueblos desaparecidos de la Depresión Central de Chiapas”, en Mazin Gómez, Óscar (coord.), Vestigios de un mismo mundo, El Colegio de México – El Colegio de Michoacán, Centro Cultural Clavijero, Morelia, Michoacán, México, pp. 37- 59, 2011.

Viqueira, Juan Pedro, Cronotopología de una región rebelde. La construcción histórica de los espacios en la Alcaldía Mayor de Chiapas (1520-1720), tesis de doctorado en Ciencias Sociales, con especialidad en Historia de las civilizaciones, Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, París, Francia, 1997.

Vos, Jan de, Vivir en frontera, la experiencia de los indios de Chiapas. CIESAS, INI, México, 1994.

Ximénez, fray Francisco, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala de la orden de los predicadores, CONECULTA, México, 1999.

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