Más que una duda, tengo un mil. Las preguntas en el contexto educativo

Por: Edder Tapia

Al menos en la zona centro de México, el modelo tradicional de enseñanza nos ha formado con un rol pasivo en el proceso formativo ―vale aclarar que esta conducta no sólo se limita al ámbito académico, pues también se extiende a casa y círculos sociales―. La labor habitual de las y los estudiantes ha consistido mayormente en escuchar, ver y repetir, no así en desarrollar procedimientos, reflexionar contenidos o trabajar colaborativamente, entre otras acciones posibles. Una de las actividades que demuestra la incompatibilidad entre los métodos y las necesidades reales del alumnado es la dinámica en torno a los cuestionamientos: ¿por qué ser “preguntón” y debatir la enseñanza es visto como algo negativo?

No somos pocas las personas que podemos afirmar que la educación ―aquí reitero que no sólo la institucionalizada― es una pieza necesaria para la generación de identidad, así como para el desarrollo de los grupos sociales. Por tales motivos, las preguntas en clase juegan un papel crucial para fomentar el pensamiento crítico y la curiosidad, ambas necesarias para lograr la autonomía en el alumnado. En esta reflexión, medito en torno a la necesidad y beneficios de formar alumnos y alumnas que sean capaces de cuestionar el conocimiento, expresar dubitaciones y estructurar de manera clara sus dudas como parte del proceso de aprendizaje. A mi modo de ver, las preguntas son esenciales para la formación y su uso puede mejorar significativamente la calidad de este asunto.

Fuente: Depositphotos

En primer lugar, es importante destacar el lugar de las preguntas en la adquisición de conocimiento. Cuando el alumnado plantea preguntas, manifiesta su deseo de llevar a un nivel de su entero conocimiento la información que se les presenta, muchas veces superficial o poco clara por parte de las y los educadores. Asimismo, motivar los cuestionamientos, ayuda a identificar las áreas en las que existen problemas o confusiones; la enseñanza se vuelve personalizada y, por lo tanto, eficaz. Esta dinámica ―indagar y responder preguntas― fomenta una mayor participación y colaboración entre docentes y estudiantes, creando un ambiente de aprendizaje más enriquecedor.

En alguna ocasión, una alumna preguntó en clase “¿profesor, usted por qué trabaja?”. Claramente, la joven no atendía a la necesidad económica de un salario; situación que, de haber respondido por tal vía, habría detenido su proceso reflexivo. La alumna identificaba un ambiente ameno en la atención e integración que todo el grupo demostraba en los comentarios y preguntas; su cuestionamiento buscaba entender las razones por las que yo decidí ser profesor. Continuando con las preguntas, me di cuenta que, desde su perspectiva, las y los profesionistas que no tienen éxito al integrarse al campo laboral terminan en la docencia, situación que genera docentes con poco tacto o habilidades. Una pregunta que podría ser trivial y fuera de lugar, ayuda a las y los alumnos a comprender las necesidades y características de su contexto. Como resultado de aquella intervención de la alumna, expliqué a todo el grupo mi interés por fomentar en las nuevas generaciones acciones que logren mejorar el tejido social y la participación de las y los jóvenes en la comunidad.

Fuente: BlogVicensVives

Ahora bien, como segundo punto, me es posible decir que las preguntas ayudan a fomentar el pensamiento crítico y el razonamiento. Al enfrentarse a preguntas desafiantes, se ven motivados y motivadas a analizar, sintetizar, evaluar o replantear la información disponible para consolidar una respuesta; este conjunto de habilidades es esencial para la resolución de problemas académicos y cotidianos. Realizar preguntas promueve una comunicación bidireccional entre el profesorado y estudiantes. Esta interacción enseña que la colaboración y asistencia es una forma productiva de dar resolución a los diferentes acontecimientos de la vida , la sinergia puede comenzar con un simple “¿podrías ayudarme con esto?”.

Por otro lado, preguntar durante los momentos de enseñanza ㅡsin limitarlo al salón de clasesㅡ estimula la creatividad y la imaginación. En el momento en el que las y los estudiantes pierden el miedo a hacer preguntas sin temor a ser juzgadas y juzgados, pueden aventurarse a expresar ideas no convencionales. Se nos ha formado con una estructura de pensamiento extremadamente rígida, la cual provoca proponer soluciones con procedimientos tradicionales y estandarizados. Si lo pensamos detenidamente tenemos una paradoja, esperamos alumnas y alumnos innovadores educándolos con procedimientos e ideas rancias. La mentalidad creativa es necesaria para el avance técnico y para atender las necesidades actuales de cada grupo social desde enfoques innovadores. Indagan por medio de preguntas forja un contexto de aprendizaje en el que la curiosidad y la creatividad son la normalidad para las y los jóvenes.

Como último punto de esta breve reflexión me gustaría atender la importancia que tienen las preguntas en las dinámicas de aprendizaje. Al elaborar preguntas constantemente, nuestras alumnas y alumnos se involucran activamente en el proceso de aprendizaje. Estamos, todas y todos, aún programados para ser receptores de la información. Si las y los estudiantes generan sus propias áreas de interés, buscan la información necesaria para resolver sus dudas, aprenden por su cuenta a desarrollar habilidades y construyen grupos de trabajo colaborativo sin la necesidad de esperar una orden o que sea otro quien marque la pauta, su participación en el proceso de aprendizaje se vuelve significativo; aprenden a resolver problemas de maner autónoma con la confianza de tenernos, a las y los profesores, como apoyo, no como fuerza resolutiva.

Fuente: MentesAlternas

            Es importante recordar que la educación no se limita al aula, sino que es un proceso constante a lo largo de la vida: no ocurre únicamente en la escuela y no termina al cumplir el calendario escolar ; por lo tanto, no debemos reducir nuestras capacidades de cuestionamiento a espacios específicos, mucho menos pensar que sólo es una actividad que corresponde a las y los estudiantes. Esta mentalidad de aprendizaje continuo nos motiva a buscar respuestas y conocimiento más allá del entorno académico. Asimismo, no debemos descuidar el respetar las perspectivas de los demás, ya que esta actividad fomenta un ambiente de respeto y comprensión mutua.

            Como he apuntado en esta reflexión, me ha sido posible identificar, en mi experiencia como docente y como alumno, diferentes beneficios en la práctica frecuente y normalizada de cuestionar el mundo que nos rodea y las prácticas que se nos han presentado como habituales. Levantar la mano o intervenir en una disertación no debería ser una seña de rebeldía; por el contrario, el silencio voluntario debería ser visto como un acto de protesta: no hablo porque decido manifestarme, no por miedo a la crítica. Si fomentáramos que el grueso de la población sea capaz de cuestionar de forma productiva su realidad, posiblemente encontraríamos respuestas a problemas de nuestro entorno de manera satisfactoria; el conocimiento lo hacemos, todo, entre todos.

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