Una brevísima introducción personal a Ernesto Laclau

Por: Alan Pérez

Un fatídico día de verano me topé con Ernesto Laclau —un filósofo e historiador que nació en Buenos Aires, Argentina, en 1935 y que murió en Sevilla, España, en 2013— en un sucio y maloliente lugar: un tiradero de basura. Aquel día me disponía a recuperar algunos amarillentos ejemplares por una módica cantidad cuando, de reojo, miré un grisáceo texto titulado Política e ideología en la teoría marxista. Capitalismo, fascismo, populismo de un autor “tal” que, sin saberlo, me permitiría cuestionar y, sin duda, dislocar todo lo que hasta ese momento creía de mi propia identidad y de la de otros.

Fuente: JuanPeBooks.

De ahí que me sea imposible olvidar la “Introducción” del libro en cuestión, en la que Laclau recupera el mito de la Caverna de Platón y su analogía para desarrollar lo que él concibe como la teoría de la articulación; es decir, de la disolución de la unidad del discurso del sentido común a través de un proceso crítico que conduce a la “purificación” conceptual por la eliminación de cualquier juego asociativo preestablecido, “a la ruptura de aquellos vínculos entre [las palabras] que son un mero residuo de la opinión y la costumbre”.[1] En cualquier caso, dicho autor señala que no es suficiente tal esfuerzo de análisis, desagregación, desarticulación de lo dado, puesto que esto implica que alguien sea capaz de decir algo acerca de la verdadera pureza del mundo, esto es, de su esencia. En este sentido, Ernesto Laclau plantea que la “práctica teórica ha sido en gran medida dificultada por los dos obstáculos [mencionados]: la articulación connotativa de los conceptos en el nivel del discurso común y su articulación racionalista en paradigmas esenciales.”[2]

Laclau es, pues, un analista del discurso y, además, un teórico de lo político que tiene una raigambre posmoderna, posestructuralista y posmarxista[3]. Pero, ¿por qué se le dan tales adjetivos?: en relación a lo primero, porque no cree en la posibilidad del conocimiento absoluto y, mucho menos, en la existencia de alguna esencia de la realidad; en correspondencia a lo segundo, porque considera que los sujetos son radicalmente libres si y sólo si el poder es algo constitutivo de la sociedad; y, en relación a lo tercero, porque no piensa que la economía sea la que determine a los otros estratos del orden social y porque niega que la revolución sea la tarea fundamental de alguna clase social particular. En palabras de este autor:

[…] si las relaciones sociales son contingentes, eso significa que pueden ser radicalmente transformadas a través de la lucha, en lugar de concebir a esa transformación como una autotransformación de carácter objetivo; si el poder es inerradicable es porque existe también una radical libertad que no está limitada por ninguna esencia; si la opacidad es constitutiva de lo social, eso es precisamente lo que hace posible el acceso a la verdad concebida como develamiento[4].

Fuente: Memo.

Política, Economía y Poder. Finalmente, hay que decir que Ernesto Laclau es un teórico del discurso, en tanto que concibe la realidad como una configuración simbólica, significativa y asociativa; es un pensador del pueblo, ya que devela el proceso contencioso a través del cual se configura la identidad colectiva desde la lógica populista; es un propugnador de la hegemonía, en tanto que considera que cualquier individualidad es capaz de encarnar la totalidad siempre abierta del campo social; y, sobre todo, es un amante de lo repentino, de lo contingente, del caos o, en términos simples, del encuentro con un libro entre un “montón de basura” en una tarde de verano que, sin más, trastocó el pasado y el futuro de quien no esperaba ser partícipe de dicho tropiezo. Por ello, sostengo que Laclau es quien me enseñó que lo contingente es más que lo que no podemos conocer del mundo, más que la impotencia del ser humano frente a la naturaleza, más que el flujo constante del tiempo que todo lo transforma; puesto que es, sobre todo, lo que constituye lo que somos en el nivel más personal de nuestras vidas: un beso inesperado, una palabra azarosa, un gesto evasivo, un grito ahogado, una mirada vacía, una bala perdida, una lucha olvidada, una revolución infructuosa; en fin, un aleteo y su tornado.


[1] Laclau, Ernesto, Política e ideología en la teoría marxista. Capitalismo, fascismo, populismo, 1978, p. 3.

[2] Ibídem, p. 5.

[3] La noción de “posmarxismo” fue acuñada en Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal, Hegemonía y estrategia socialista, 2015, pp. 11-23.

[4] Laclau, Ernesto, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, 2000, pp. 52.


Lista de referencias

  1. Laclau, Ernesto, Política e ideología en la teoría marxista. Capitalismo, fascismo, populismo, 1a edición, Siglo XXI, México, 1978.
  2. Laclau, Ernesto, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, 1a edición, Nueva Visión, Argentina, 2000.

Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal, Hegemonía y estrategia socialista, 2a edición, Siglo XXI, España, 2015.

Deja un comentario