Nuestra Señora de Asunción Soyatitán. Fragmentos de su origen

Por: Ulises Gómez

Un antiguo culto dominico en Chiapas

El desgastado y roído templo de Soyatitán, construido a principios del siglo XVII y que hoy sólo conserva parte de su nave y fachada, resguarda la imagen estofada de la virgen de Nuestra Señora de Asunción que cada año recibe a decenas de feligreses provenientes de los pueblos vecinos. Con entradas de flores y velas, el altar ilumina las paredes para recordar que su histórica joya arquitectónica sigue de pie a más de 400 años.

Días de feria en Soyatitán, 2023. Foto de Jorge Mendoza Molina

A decir de fray Julián de Cos, el culto a la Asunción es la festividad  mariana más antigua de la Iglesia Católica. Su origen se remonta a la Jerusalén del siglo V. En el “Transitus Mariae”, un evangelio apócrifo del siglo II, se afirma que María, en su lecho de muerte, reunió a los apóstoles y frente a ellos ascendió al cielo. Este romántico hecho se difundió entre los creyentes dando paso a su nacimiento. En 1569 el papa san Pio V lo incorporó al Santo Rosario, como el Cuarto Misterio Glorioso, y en 1950, el Papa Pío XII proclamó a la Asunción (15 de agosto) como un solemne dogma para el Catolicismo.[1] Según la historia de los dominicos, cuando el 15 de agosto de 1217 los primeros misioneros se dispersaron por toda Europa para evangelizar a la población, Domingo de Guzman encomendó a la Asunción su protección. Era de esperarse que durante la fundación de pueblos que emprendió esta orden hacia 1545 en Chiapas, varios quedarán bajo esta potestad; entre ellos “Zoyatitlán” (tal como aparece citado en la mayoría de la documentación colonial).[2]

Nuestra Señora de la Asunción, 2023. Foto de Jorge Mendoza Molina

Un poblado que fue de indios

Soyatitán fue fundado entre 1545 y 1565 con pobladores de origen maya tseltal que con el paso del tiempo perdieron su lengua.[3] Dos de las referencias más antiguas sobre el pueblo datan de 1569 y 1572. La primera proviene del Libro de Casamientos de Comitán y la segunda de un auto donde se ordena a los habitantes dar una parte de sus tostones al rey de España.[4] Si bien, la mayoría de la información con la que contamos es de la época colonial, es posible que haya existido un asentamiento prehispánico cerca del actual fundo legal. Esto porque hacia 1970 la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo encontró múltiples ejemplos de cerámica que dan cuenta de este pasado.[5] No es casualidad que los dominicos establecieran pueblos cerca de algún antiguo asentamiento, como ocurrió con Pinola y San Bartolomé. Sobre todo cerca del Camino Real, que pasaba por Soyatitan y sirvió como enlace con Guatemala y la Nueva España desde el siglo XVI.[6]

Un antiguo Pueblo tseltal. Foto. Anónimo

Con el establecimiento de Copanaguastla como foco de la evangelización en la Depresión Central, Soyatitán fue nombrado curato y tuvo a Pinola como visita. Es decir, en el curato vivía un religioso que de vez en cuando subía a la visita para administrar los sacramentos a los pinoltecos. Con la extinción de Copanaguastla en 1645, “Zoyatitlán” pasó a formar parte del priorato de Socoltenango.[7]

A pesar de las pestes y epidemias que azotaron a la región durante el siglo XVI y XVII, y que dejaron a Soyatitán muy deteriorado, el pueblo tuvo un leve crecimiento al recibir a los sobrevivientes de Zacualpa e Ixtapilla. Sin embargo, después de 1736 la población descendió alarmantemente. Ese año alcanzó 105 tributarios, pero para 1794 disminuyó a 86.[8] Desde 1753 los indios solicitaron a las autoridades la reducción del tributo que daban a los encomenderos españoles, justificando que el pueblo estaba sumamente “aniquilado por falta de naturales y haber muerto muchos”.[9]Todavía a fines del siglo XVII, el pueblo tributaba alrededor de sesenta y ocho mantas, cuarenta y ocho fanegas de maíz, cuarenta y ocho gallinas de Castilla y tres fanegas de chile y frijol.[10]

De los dominicos que estuvieron a cargo de la vida espiritual del pueblo destacan fray Jacinto Garrido, quien hacia 1638 enseñó a los naturales canto y órgano para aumentar el culto a la Asunción, y fray Martin de Herrera, que entre 1660 y 1661 reportó los distintos milagros de la virgen del Rosario de Socoltenango. Hacia 1720, los frailes Mathias de la Parra, Miguel de Goicoechea, Andrés de San Joseph y Joseph Romero, firmaron recibos de diezmos y limosnas. La orden gozaba de buenos ingresos; tanto que en 1721, fray Julián de Núñez, cura de Soyatitán, envió 70 reses y 70 caballos para pacificar la rebelión indígena de Cancuc.[11]

El templo inició su construcción a principios del siglo XVII. Durante un tiempo se pensó que fray Francisco de la Cruz,  arquitecto que participó en la edificación del convento de Copanaguastla, fue quien dirigió esta obra, pero para entonces ya había muerto. Es probable que algún artesano haya continuado con una tradición iniciada por de la Cruz y por eso tanto parecido entre estos dos monumentos.[12]

Nave del Templo, 2022. Foto. Ulises Gómez Vázquez

No está del todo claro las modificaciones que sufrió; a tal punto de quedar por un tiempo abandonada. Según documentación resguardada en el Archivo General de Centroamérica, en plena Semana Santa de 1640 un rayo destruyó el techo de madera y teja; incendiando el retablo mayor y las imágenes. Un año después, gracias a la solicitud de los indios López y Juan Mis, se ordenó el presupuesto para su reparación.[13]

Para 1784 su construcción seguía sin terminar. Ese año el obispo don Francisco Polanco donó cien pesos que los alcaldes recibieron; firmaron Miguel López, Simón García y los cuatro regidores. Para ese tiempo, la capilla mayor y una parte de la nave no estaban reparadas en su totalidad.[14] Con los siglos, la falta de cuidados siguió deteriorando la estructura hasta quedar desatendida. Sumado a esto, las bajas demográficas, las migraciones a las fincas y la constante falta de sacerdotes, provocaron que el pueblo quedará prácticamente vacío. Como consecuencia, algunos habitantes se dieron a la tarea de acarrear parte de las piedras labradas de la iglesia para construir casas.[15]

Por solicitud de los habitantes en 1830 llegó a la parroquia fray Manuel Rodriguez; ya que el sacerdote de planta estaba en Ciudad Real curándose de los males que padecía.[16] Meses después, este fraile vendió a Cayetano Robles tres campanas de la iglesia; después abandonó el pueblo con rumbo a Centroamérica.[17] Con su partida las autoridades iniciaron un proceso para conocer el motivo; sobre todo para realizar el inventario de las alhajas, archivos y ornamentos. De hecho, los robos iniciaron desde 1809, cuando se informó que un desconocido extrajo el arca en donde se guardaban los esquilmos de la hacienda.[18]

Campanas de la iglesia, 2021. Foto. Ulises Gómez Vázquez

Con la justificación de que el ayuntamiento pretendía quitarle a la iglesia las tierras de la finca El Molino y el rancho El Calvo, en 1833, el cura Luis Gordillo aconsejó al obispo que se vendieran y se utilizara el dinero para reparar la iglesia.[19] En 1835, Cesáreo Madrigal escribió a José Domingo Robles, notario de la Curia Eclesiástica, para gestionar que los herederos de Cayetano devolvieran las campanas a cambio de que el pueblo restituyera el dinero que fray Rodriguez recibió por ellas.[20] En agosto de ese año, la municipalidad realizó una colecta para construir una ermita, ya que la iglesia mayor estaba totalmente en ruinas.[21]

Las tragedias siguieron azotando al edificio. En 1840, fray Manuel Paniagua informó que las fuertes lluvias ocasionaron la caída del toral de la iglesia, y que era imposible estar adentro porque el conjunto estaba a punto de venirse abajo.[22] Cuatro años después, el cura Vicente J. Aguilar fue testigo de cómo los habitantes estaban levantando la nueva ermita; en una carta consultó a las autoridades si se podía “arrancar el tesoro de la iglesia caída”.[23] Durante un tiempo la gente estuvo escarbando el terreno interior en busca de su “tesoro”. Como solo encontraron los restos de los difuntos allí enterrados, según la costumbre colonial, surgió la leyenda de que el templo se había desplomado sobre la feligresía. Según la tradición oral, una pareja de jóvenes que estaban matrimoniándose hicieron un uso “sacrílego” de la hostia. Como castigo un toro apareció desde el techo y terminó por destruir toda la nave.[24]

De comuna tseltal a ejido cañero

Con el paso del tiempo los tseltales fueron perdiendo sus tierras. Todavía hasta inicios del siglo XIX sobrevivían apellidos indígenas como Ych, Johon, Gonzal, Chamó, Tonmut, Guegue, Bacjol, Mostón, Tusancá, Batum, Moro, Ajau, Cumit, Soriano, Jolchig, Minas, Moz y Vale.  En la década de 1770, fray Manuel Garcia Vargas y Rivera visitó el pueblo y los describió como “muy joviales y devotos al culto divino”, así como a oír y rezar la doctrina cristiana. Además que cultivaban sus sementeras de maíz, frijol, chile y cañaverales para elaborar panela (“el azúcar rojo que llaman”). Aunque durante la expansión del cólera que se extendió hasta 1850, Soyatitán fue uno de los pueblos más afectados, para 1860 más del 80% continuaba siendo tseltal; en 1862 se registraron 186 indígenas y 37 ladinos.[25]

De acuerdo con el historiador Oscar Barrera, la llegada de ladinos, la proliferación de fincas y trapiches, así como la disminución de la población indígena y el abandono de la lengua, contribuyeron a que el rostro de Soyatitán fuera cambiando paulatinamente a mestizo. A lo largo del siglo XIX y XX, el desarrollo del cultivo de la caña de azúcar incentivó el interés de más ladinos a incursionar en la economía panelera. Desde 1820, las fincas Ixtapilla y Yerbasanta fueron creciendo; se sumaron después los trapiches de “Schpoina”, “Dolores”, “El Molino”, “El Tepeyac”, “El Trapiche”, “Valparaíso”, “San Francisco” y “El Calvo”. En contraste, Soyatitán no creció prácticamente en cien años y seguía sin superar los 400 habitantes; a diferencia de Pinola que se fue perfilando como un populoso pueblo tseltal.[26] 

Como los indígenas se empleaban en las fincas cañeras, sus tierras quedaron a merced de los ladinos. Muchas de estas fueron declaradas “baldías” que con el tiempo se convirtieron en particulares. A finales del siglo XIX, los indígenas seguían luchando para recuperarlas. Cuando hacia 1912 solicitaron la restitución de los predios que ocupaba la finca Dolores, una de las más importantes productoras de miel y panela que ocupaba 3 838 hectáreas, José María Gordillo se opuso a devolverlas con el argumento de que eran pocos los habitantes y muchísimas las tierras sin ser trabajadas.[27]

Durante la revolución mexicana, la plaza fue lugar de enfrentamientos entre carrancistas y mapachistas. Como consecuencia de la guerra, las mojoneras que señalaban los términos comunales fueron cambiadas. Al perder los títulos primordiales, los soyatitecos no pudieron comprobar los límites; se cuenta que los documentos originales fueron quemados al pie de un árbol en la finca Concepción. Los últimos ancianos que quedaban siguieron solicitando la restitución del fundo legal hacia 1921. Sorpresivamente un año después el pueblo perdió su municipalidad y fue degradado a agencia de Venustiano Carranza. Con la pérdida de sus tierras comunales, la desaparición del cabildo indígena, el mestizaje de sus descendientes, los estragos de la revolución y la catastrófica disminución de tseltales, un séquito de ladinos siguió arribando al pueblo en busca de terrenos. Venidos de Socoltenango, Venustiano Carranza, Acala, Comitán y Las Rosas, fueron ellos quienes continuaron con la lucha agraria. La restitución vino finalmente en 1954;[28]para entonces, nadie entre los “beneficiados” se identificaba como indígena. La mayoría eran ladinos descendientes de antiguos paneleros, arrieros, carreteros y comerciantes; quienes con el tiempo ayudaron a la reparación de una nueva ermita dentro de la iglesia; continuando con la tradición del culto a la Asunción. Los ejidatarios se volvieron cañeros y los pocos indígenas en cortadores y peones de campo.

Vista desde lo alto, Soyatitán. Foto. Autor desconocido


[1] Cos, Julián de, “La festividad de la Asunción y su papel en la fundación de la Orden”, s/f, pp. 1-3.

[2]. Los otros pueblos son Chicoasén, Pantepeque, Chapultenango, Ixtapa, Huitiupan, Tepeguiz (Soconusco) y, el barrio de Mexicanos (San Cristóbal de Las Casas); Gómez Vázquez, Ulises Antonio, Laudare, benedicere y praedicare, 2020, pp. 356-358.

[3] Según Marcos Becerra, “Soyatitán” significa “Lugar de palmeras” (náhuatl), esto por la abundante presencia de palma de soyate que antiguamente existía. También es conocido por los indígenas como “Bontulan” (tseltal), que quiere decir “tejido redondo”; es posible que anteriormente los pobladores fabricaran algún tipo de sombrero con la palma. (Becerra, Marcos E., Nombres Geográficos indígenas del Estado, 1985, pp. 44-45). Actualmente algunos soyatitecos en busca de sus orígenes españoles pretenden llamarla “la Gran Soria”; sin embargo, en mi búsqueda no encontré ningún documento donde se le nombrará de este modo, solo una donación que un tal Diego Alber de Soria y su esposa Juana de Montenegro hicieron a favor del convento de Copanaguastla

[4] Avendaño Morales, Juan María, San Bartolomé de Los Llanos, 1985, p. 387;  Gómez Vázquez, Ulises Antonio, Laudare… op.cit,, pp. 195.

[5] Douglas, Done Bryant, Ceramic Sequence of the Upper Grijalva, 2005, p.386-397.

[6] Gómez, Vázquez Ulises Antonio, Laudare… op. cit.,, pp. 71-81.

[7] Ibídem, pp. 254-284.

[8] Ximénez, fray Francisco, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa, 1999, tomo 2, pp.168; Obara-Saeki, Tadashi y Juan Pedro Viqueira, Base de datos: Tributarios de la provincia de Chiapas (1595-1818).

[9] Avendaño, Morales Juan María, San Bartolomé… op. cit., p. 387.

[10] Entre los encomenderos encontramos a doña María de Villafuerte, don Gregorio Gonzales de Cuenca y Contreras y el alférez mayor don Juan de la Tovilla; beneficiarios hacia 1642. En 1666 se confirmó a Francisco de la Tovilla y Velasco como único encomendero y heredero en segunda vida de Juan Bautista de la Tovilla (AGI, Gobierno, Audiencia de Guatemala, legajo 102, n.29, Confirmación de encomienda. Guatemala, 1666-12-10; AGCA, Audiencia de Guatemala, parroquias, A.1.24, exp.10 205, Leg. 1559, fol. 473. Guatemala, reporte sobre la encomienda y el incendio del templo de Soyatitán, 1642-22-12; “Pensión a doña Francisca de Guzmán por 850 tostones, sobre los tributos de los pueblos de Socoltenango, Chalchitán, Copanaguastla, Ystapilla y Cuscatlán. Año de 1665”; AGCA, Mercedes y nombramientos, A 1 40, 2039, 14132).

[11] Gómez, Vázquez Ulises Antonio, Laudare… op. cit., pp. 199, 200 y 281; Avendaño, Morales Juan María, San Bartolomé… op. cit., p.69.

[12] Markman, Sidney David, Arquitectura y urbanización en el Chiapas colonial, 1993, pp.214-218.

[13] AGCA, Soyatitán, Alcalde mayor y encomienda sobre el incendio de sábado de gloria, 1640- 1642, A1. 24, Exp. 10 205, Leg. 1559; Morales Avendaño, Juan María, San Bartolomé… op. cit., p.61      

[14] Morales Avendaño, Juan María, San Bartolomé… op. cit., pp.104-105.

[15] Díaz, Díaz  Enrique, Visita episcopal a la parroquia de la Asunción, 2005, pp. 6-7.

[16] AHDSC, C.3558, E.55, Petición del ayuntamiento y de los habitantes del pueblo de Soyatitán para que les designen un sacerdote interino. Año de 1829.

[17] AHDSC, C.3558, E. 67, Cartas de Cayetano Robles en la que informa de 3 campanas que le compró a fray Manuel Rodríguez.  Rancho Santa María, años de 1830 a 1832.

[18] AHDSC, C.3558, E. 42, Proceso de averiguación referente al abandono del cura interino de Soyatitán, Manuel Rodríguez. Año de 1831.

[19] AHDSC, C.3558, E. 68, Cartas de Luis Gordillo al obispo fray Luis García en la que le informa que el ayuntamiento de Soyatitán pretende quitar las tierras de la finca El Molino y el rancho El Calvo. Año de 1833.

[20] AHDSC, C.3558, E. 56, Carta de Cesáreo Madrigal al notario de la Curia Eclesiástica, en la que le informa que fray Manuel vendió la campana de la iglesia a Cayetano Robles. Soyatitán, 26 de octubre de 1835.

[21] AHDSC, C.3558, E. 63, Nota que hace referencia de que la municipalidad de Soyatitán realizaron una colecta para construir una ermita. Soyatitán, 21 de agosto de 1835.      

[22] AHDSC, C.3779, E.98, Carta de fray Manuel Paniagua. Socoltenango, 25 de octubre de 1840.     

[23] AHDSC, C.3785, E.106, del cura Vicente J. Aguilar al notario de la Curia Eclesiástica, Nicolás Velasco y Martínez. Socoltenango, 7 de abril de 1844.

[24] Díaz, Díaz Enrique, Visita episcopal a la parroquia de la Asunción, 2005, pp. 6-7. Los robos hacia la iglesia continuaron en las siguientes décadas. En 1870 un joven ladino entró al interior para robar la plata;  un año después, doña Antonia Goicoechea entregó 30 pesos por las alhajas que su hijo había extraído del templo (AHDSC, C. 3558, E. 58); En 1878, Mariano Guillen solicitó, en nombre de los tseltales de Soyatitán, se les restituyera 100 pesos de la cantidad donada para la reparación de la iglesia porque se encontraban en un estado de miseria a raíz de los sacrificios y gastos hechos para que Manuel Medrano no les quitara unas tierras comunales (AHDSC, C.4526, E.9).

[25] Barrera Aguilera, Oscar, Las Terrazas… op. cit., pp. 120-121. En su visita, Vargas anotó 78 casados, viudos 3, viudas 24, muchachos 52, muchachas 30. Ladinos de todas las calidades, 8 casados, 6 viudas, 9 solteros  y  9 solteras  (García Vargas y Rivera, Manuel, Relaciones de los pueblos del obispado de Chiapa, 1988, pp. 38 y 39.).

[26] Barrera Aguilera, Óscar Javier, Las Terrazas…op. cit., pp.120 y 306.

[27] Ibídem, pp. 112-113, 142 y 305-306.

[28] RAN, Delegación- Acción Agraria, Exp. 106/13, legajo.1. Martes 10 de agosto de 1954, reconocimiento y titulación de bienes comunales, sobre dotación de tierras al poblado de Soyatitán.


Lista de referencias

Barrera Aguilera, Óscar Javier, Las Terrazas de Los Altos: lengua, tierra y población en la Depresión Central de Chiapas, 1775-1930, CIMSUR-UNAM-CONECULTA, México, 2019.

Becerra, Marcos E., Nombres Geográficos indígenas del Estado de Chiapas, INI, México, 1985.

Cos, Julián de, “La festividad de la Asunción y su papel en la fundación de la Orden de Predicadores”, Temas de Estudio y Reflexión, Campus Dominicano, pp.1-5.https://www.dominicos.org/estudio/recurso/la-festividad-de-la-asunci-n-y-su-papel-en-la-fund/

Díaz Díaz, Enrique, Visita episcopal a la parroquia de la Asunción por el excelentísimo señor obispo auxiliar don Enrique Díaz Díaz, Soyatitán, 21-23 de abril del 2005.

Douglas Done, Bryant, John E. Clark y David Cheetham (editores), Ceramic Sequence of the Upper Grijalva Región, Chiapas, México (parte 2), New World Archaeological Foundation, Brigham Young University, Provo Utah, 2005.

García Vargas y Rivera, Manuel, Relaciones de los pueblos del obispado de Chiapa, 1772-1774, Patronato Fray Bartolomé de Las Casas, A.C., San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 1988.

Gómez Vázquez, Ulises Antonio, Laudare, benedicere y praedicare. La experiencia de la orden de Santo Domingo en la provincia de Los Llanos. Tierras, trapiches y capellanías en el priorato de Socoltenango, 1609-1706, tesis de maestría, CESMECA-UNICACH, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 2020.

Markman, Sidney David, Arquitectura y urbanización en el Chiapas colonial, Gobierno del Estado de Chiapas- Instituto Chiapaneco de Cultura, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 1993.

Morales Avendaño, Juan María, San Bartolomé de Los Llanos en la historia de Chiapas, UNACH, Tuxtla Gutiérrez, 1985.

Obara-Saeki, Tadashi y Juan Pedro Viqueira, Base de datos sobre los tributarios de la provincia de Chiapas, 1595-1818, https://elartedecontartributarios.colmex.mx/

Ximénez, Fray Francisco, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapas y Guatemala de la orden de los predicadores, CONECULTA, México, 1999.

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