Heartstopper y la promesa de que nunca es tarde

Heartstopper

Por: Geras Contreras

Abro la laptop y entro a Netflix. Me detengo. “¿Será ético usar esta plataforma durante las huelgas de Hollywood?”. No me importa, soy un simple mortal. Me detengo otra vez. “¿Será buena idea ver Hearstopper?” Creo que sí, pero no quiero llorar todo el fin de semana. Confío en mis capacidades y en el hecho de que he invertido dos años en terapia. “Todo estará bien”. Tomo valor y doy play. Mala idea. No paro de llorar. ¿Cuántas veces voy a llorar con esta maldita serie?

Ya me hice a la idea que no será posible ver Heartstopper sin llorar. Pero, recapitulemos de qué estoy hablando.

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Heartstopper

Heartstopper es una serie de romance juvenil y coming-of-age, basada en la novela gráfica del mismo nombre de la autora británica Alice Oseman[1]. Hace más de un año, su primera temporada enterneció a miles de corazones contándonos la historia de amor entre Charlie, un chico nerd y abiertamente gay, con Nick, su compañero de escuela. Ahora, la multipremiada serie estrenó su segunda temporada en un arco que profundiza el noviazgo entre los protagonistas, así como ahonda y explora nuevos temas, como la historia de amor entre Elle, una chica trans, con su mejor amigo Tao y la exploración de la asexualidad por parte de Isaac.

Cuando hace un año salió mi columna, en la revista Volcánicas,[2] y recibí una crítica constante de varixs amigues. Ellxs decían que la serie no reflejaba las realidades de las juventudes disidentes, en específico, aquellas marcadas por la violencia. ¡Esto es cierto! Heartstopper sucede en un escenario inglés, de clase alta, con bastante responsabilidad afectiva y en donde no existe las sustancias psicoactivas o el sexo adolescente. Claro, me resulta ajena la idea de ir a París en una excursión de escuela, pero también me es irreal pensar en un amor trans durante la preparatoria o tomar de la mano a un chico en público durante mi adolescencia.

La falta de proximidad a nuestras realidades es, pues, una oportunidad de darnos permiso de crear otros mundos. En otras palabras, el hecho de que Heartstopper no sea un fiel reflejo de la realidad le da una potencia para ser un mecanismo de especulación y fantasía. Esto es clave considerando que a la industria mediática le encanta difundir historias de personas cuir y disidentes sólo desde el dolor.[3] Entonces, me encanta que podamos tener relatos de paternidades ausentes, trastornos de la alimentación, heterosexualidad obligada y amores no correspondidos desde una mirada compasiva, en colores pasteles y tonadas pop.

Y, a pesar de todo eso, sigo llorando con esta serie.

Veo los episodios y me pregunto por qué no tuve un amor así en la secundaria, preparatoria o, al menos, en la universidad. Me vienen los recuerdos de cuando invitaban a bailar a cada una de mis amigas y yo me quedaba sola en la banca. Otras memorias pasan en mi mente y me sigo interrogando por qué nunca hubo un Nick para mí.

En esta segunda temporada una escena en particular me llevó al borde del llanto. Durante el arco sobre la excursión en París, dos maestros que acompañan al grupo —el rudo Mr. Farouk y el afable Mr. Ajayi— se ríen de las inocentes travesuras de lxs estudiantes enamoradxs. Ahí, Mr. Farouk confiesa que él perdió aquellas “hermosas experiencias gay de adolescentes” por darse cuenta de ser gay hasta después de los veinte, por lo que cree que ya es tarde para que éstas sucedan. A ello, Mr. Ajayi responde, con un poco de coquetería, que no hay una edad límite para vivirlas.[4]

Ahí es cuando me veo reflejada en Mr. Farouk. Como él y la mayoría de la audiencia adulta de esta serie, vemos esta historia de amor y pensamos que ya es muy tarde para vivir estas hermosas experiencias gay. Observamos las aventuras de estos personajes con ilusión, pero con envidia y rabia por no haber experimentado aquello. Siento que me quede atrás, en un rincón desolado de la experiencia humana donde el calor del primer beso o del primer “te amo” nunca llegarán.

Ante mi desolación, la serie ofrece un contrargumento en voz de Mr. Ajayi: “nunca es tarde para experimentar las hermosas experiencias gay de adolescentes”.[5] (De hecho, la segunda temporada termina dando a entender que los dos maestros iniciaron una relación amorosa). Así, este diálogo es un guiño que hace Oseman a todxs lxs adultxs viendo esta serie juvenil.

Heart
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Fuente: Portal de Alice Oseman en Webtoon.

Me resulta importante profundizar que este “guiño” no es respecto a qué el amor es universal. Para mí, este mensaje interpela nuestra relación con el tiempo.

¿A qué me refiero? El sistema de género-raza-clase ordena todo nuestro alrededor, incluyendo nuestras formas de interpretar y percibir el tiempo. Así, el sistema ha sido eficaz en que logremos interiorizar que existe una ruta de vida, con etapas claramente definidas para el amor y la sexualidad. Ésta va más o menos así: La adolescencia es para experimentar, dentro de los límites de la heteronorma, para que a los veinte años comiences a buscar una pareja formal y permanente, mucho mejor si inicias antes. Posteriormente, se espera que a los treinta años tengas una familia, una carrera exitosa y una propiedad de tu elección a tu nombre. Si eres mujer (tengas o no capacidad/interés/disposición de gestar), sumará la presión de respetar el supuesto “reloj biológico” porque el deseo de reproducirse es un mandado. En caso de fallar o retrasarte en los tiempos, podrás confiar en que existirá un personal de salud, fanático religioso, familiar, servidor público, policía y muchos otros personajes recordando la expectativa temporal impuesta sobre ti.

La temporalidad que exige el sistema es única, lineal, cuantificable y destinada a la reproducción. Cualquier otra alternativa (si no eres rico, blanco u hombre) es un plan erróneo.

Ante ello, las personas disidentes del sexo/género vivimos en otras líneas de tiempo porque rechazamos esta ruta única y estandarizada que ofrece el sistema. Como diría el teórico Jack Halberstam, encarnamos temporalidades queer.[6] Sin embargo, muchxs habitamos, en un principio, en esos “tiempos raros” por la exclusión.

Heartstopper
Heartstopper

Fuente: NYU Press.

La violencia por incumplir las normas de género-raza-clase nos imponen cargas adicionales que modificarán en contra de nuestra voluntad nuestras expectativas en el tiempo. Si “salimos del clóset” a temprana edad, estaremos muy ocupadxs sobreviviendo la violencia y tendremos que madurar antes que amigues o familiares. Si decidimos no hacerlo por temor al estigma y represalias, viviremos una adolescencia que no se siente nuestra. En cualquiera de los dos casos, la época del descubrimiento, de las “primeras veces”, será hasta la adultez —incluso, la vejez—. Y, a pesar de que la violencia limitó nuestro trayecto de vida, pensaremos que fue nuestra culpa no tener aquello que se vive en la heterosexualidad.

Confío que la existencia de estas temporalidades queer es uno de los saberes no contados entre las personas disidentes. Nadie lo menciona pero entre nosotrxs hemos construido reglas implícitas de no preguntar demasiado por nuestras adolescencias, los primeros noviazgos, los primeros besos o alguna “primera vez”. Aunque aprendemos a lidiar con la incomodidad, la culpa hacia nuestros propios tiempos se va acumulando y condensando en brumas que nos impiden vernos de manera plena.

Cuando hablo de brumas pienso en todos aquellos pensamientos que nos hacen olvidar que nunca es demasiado tarde, así como ignorar las historias de amor, resiliencia y felicidad que también son posibles. Esta bruma son también los falsos miedos y limitaciones que nos impiden apropiarnos de nuestras temporalidades y construir trayectos, ya sean maricas, jotas y travesti, en nuestros propios términos.

En este sentido, el subtrama de Mr. Farouk y Mr. Ajayi es un esfuerzo para dispersar esa bruma y recordarnos que nuestras temporalidades no son fallidas, solo son diversas. Creo que este mensaje de que nuestros tiempos son todos válidos, posibles y suficientes es abordado a lo largo de la serie, cuando los personajes se preguntan si es momento de salir del clóset o se interrogan sobre su sexualidad. Entonces, ¿cuántas veces voy a llorar con esta maldita serie? Muchas más, porque su mundo utópico me invita a mirarme con ojos más amables. Me interpela, y espero que también a ustedes, para hacerme recordar que no hay una edad límite para vivir aquellas hermosas experiencias gay de adolescentes. Mis procesos no obedecen al capital ni al poder, sino a mis propios tiempos y en mis términos.


[1] Lyn, Euros, Heartstopper (TV serie), producida por Patrick Walters et al., Reino Unido, See-Saw Films, 2022.

[2] “Heartstopper y ¿qué hacer con la nostalgia”, en Volcánicas [en línea], 20 may. 2022, consultado en: https://volcanicas.com/heartstopper-y-que-hacer-con-la-nostalgia/.

[3] Existen diversos estudios sobre la representación de personas LGBTIQ+ en los medios, una opción es Gwenffrewi, Gina, Transgender gaze, neoliberal haze: the impact of neoliberalism on trans female bodies in the anglophone global north (disertación doctoral), Univeristy of Edinburgh, 2021.

[4] Lynn, Euros, “Truth/Dare”, en Hearstopper (TV serie), 2022. 7:31-8:11 min.

[5] Lynn, Euros, “Truth/Dare”, op. cit., 8:08-8:11 min.

[6] Halberstam, Jack, In a Queer Time and Place. Transgender bodies, subcultural lives, NYU Press, 2005.


Lista de referencias:

  1. Contreras, Geras “Heartstopper y ¿qué hacer con la nostalgia”, en Volcánicas [en línea], 20 may. 2022, consultado en: https://volcanicas.com/heartstopper-y-que-hacer-con-la-nostalgia/
  2. Gwenffrewi, Gina, Transgender gaze, neoliberal haze: the impact of neoliberalism on trans female bodies in the anglophone global north (disertación doctoral), Univeristy of Edinburgh, 2021.
  3. Halberstam, Jack, In a Queer Time and Place. Transgender bodies, subcultural lives, NYU Press, 2005.
  4. Lyn, Euros, Heartstopper (TV serie), producida por Patrick Walters et al., Reino Unido, See-Saw Films, 2022.

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