¿Cuándo los dictadores pueden ser vampiros?

Por: Geras Contreras

Imaginemos que el reciente dictador de un país es en realidad un vampiro. Al ser una criatura inmortal, éste ha decidido fingir su muerte pero el tiempo ha pasado y ahora está deprimido. ¿Será posible sentir lástima por él? ¿Acaso podrá reformarse? Esta misma idea la aporta Pablo Larraín en su última película, El Conde.

La película de sátira, que se estrenó en septiembre de 2023 por la plataforma de streaming Neftlix, presenta que Augusto Pinochet, dictador chileno entre 1974 y 1990, es un vampiro.[1] Éste decidió fingir su muerte en 2006 para escapar de los juicios en su contra, pero en los últimos años se ha aburrido de la vida por lo que decide acabar definitivamente con ella; es en torno a este melodrama que la historia comienza. Por una parte, su esposa desea, con apoyo de su fiel sirviente, motivarlo a vivir y suplicar que por fin la transforme en vampira. Por la otra, sus hijos e hijas buscarán encontrar la fortuna de la familia con apoyo de una contadora, quien es una monja en secreto.

Fuente: Netflix

A lo largo de la película, observaremos que Pinochet sigue siendo un astuto y maquiavélico hombre (o, ¿más bien, monstruo?), que está dos pasos adelante del resto. Él, aunque trate al inicio de ganarse la compasión de la audiencia, irá exhibiendo que sigue siendo una criatura que no dudará en asesinar, estafar y engañar, hasta a su propia familia, para obtener el mayor beneficio.

Larraín aprovecha la comedia para exponer aspectos claves de la dictadura chilena. Por ejemplo, retrata que los hijos de Pinochet como un par de “juniors” que presumen sin cuidado los actos de corrupción y desvío de recursos de Pinochet para alimentar las arcas familiares.[2] También utiliza de manera similar al personaje de la monja, Sor Alberta, quien pensamos que quiere exorcizar al vampiro solo para descubrir al final de la película que su misión era robar recursos. Ella funciona como alusión al papel de la Iglesia católica en Chile, la cual pasó de tener una posición crítica al inicio de la dictadura a una más favorable con el pasar de los años, incluso llegando a ser una fuente de legitimidad para el régimen militar.[3]

No obstante, me cuestiono al momento de escribir esta reseña qué tan pertinente es retratar a Pinochet, un dictador y responsable de violaciones graves de derechos humanos, como un monstruo de la fantasía e imaginación.

El hecho de mostrar a una figura histórica como parte del mundo de la fantasía, conlleva el riesgo que sus actos e intenciones sean percibidos como “irreales”. Es decir, la audiencia puede quedar con la sensación de que las atrocidades cometidas se deben a que era un monstruo lejano a la realidad, a pesar de que los crímenes de lesa humanidad son perpetrados (permitidos y fomentados) por seres humanos. La historia entonces se despolitiza y se vuelve un conjunto de relatos de “buenos héroes” contra “terribles y misteriosas entidades mágicas”. Un ejemplo claro de ello son las películas que se refieren al régimen nazi, como Hellboy, Captain America o Indiana Jones, como un grupo que busca el control global a través de armas mágicas e ignoran (u omiten deliberadamente) que era un proyecto fascista que se sostuvo por una  ideología racial y nacionalista.[4]

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Fuente: Persona autora, 2023.

Varias reseñas coinciden que el largometraje despolitiza la trama. Amy Nicholson de The New York Times y Ellen E. One de The Guardian reconocen que la película es graciosa pero su contenido político no se concreta.[5] Con una posición más tajante, Alfonso Díaz de la Vega de Gatopardo afirma que la película es un insulto a las víctimas del régimen militar al evocar la memoria de Pinochet de una manera descuidada, en el que las descripciones de los crímenes durante el régimen militar quedan como alusiones sueltas. También sentencia que “Pablo Larraín llega lo suficientemente tarde como para que su ficción sea un acto ineficiente de memoria […] e irrespetuosa al estrenarse alrededor del 11 de septiembre, que conmemora la violenta toma del poder de Pinochet”.[6]

Sin embargo, ninguna de las anteriores críticas confrontan la decisión de retratar a Pinochet como un vampiro o en los términos del horror fantástico.

La figura del vampiro ha sido útil en los últimos años para representar las preocupaciones sociales, como el neoliberalismo y la catástrofe ambiental.[7] En el caso de El Conde, Larraín expresa que la metáfora vampírica funciona para hablar de la impunidad en la transición y denunciar “cómo crímenes atroces y cosas terribles que sucedieron en la historia no recibieron su debida justicia”.[8] Justin Chang en Los Angeles Times y Ernesto Garrat en Letras Libres agregan que esa figura también expone cómo el terror fascista es persistente y pareciera que es eterno.[9] Por ejemplo, la película concluye mostrando a un Pinochet rejuvenecido, listo para iniciar una nueva cacería como una alusión directa a la nueva ola neo-conservadora en la sociedad chilena.

Además, señalaría que la metáfora del vampiro es útil en la película porque ayuda a asignar responsabilidad a Augusto Pinochet por las atrocidades del régimen militar. En lugar de que el dictador sea controlado por una entidad fantasmagórica, como sucede en Hellboy o Captain America, Larraín decide que Pinochet es el mismo monstruo. Esta narrativa combate otras que buscan reducir el papel de este último al de una marioneta del imperialismo estadounidense.

Fuente: Persona autora, 2023.

Por estas razones, sostengo que el retrato fantasmagórico que Pablo Larraín hace de Pinochet lo simplifica pero no lo despolitiza. El director empaqueta el terror de la dictadura para que sea transmitido a más audiencias, no solo a aquella políticamente consciente y afín a contenidos históricos.

Al mismo tiempo, concedo la crítica de Díaz de la Vega respecto a que la historia de la dictadura queda en alusiones.[10] Los mensajes sobre el involucramiento de la Iglesia Católica (que describí en párrafos anteriores) o respecto a la revelación de que la madre de Pinochet es Margaret Thatcher, una idea absurda para referirse a la relación de la dictadura chilena con el neoliberalismo, quedan cifrados en la película para la mayoría de la audiencia. Pero es necesario recordar que el metraje es una sátira no un documental ni biopic.

Aún con estas falencias, la película es clave en un momento político donde los movimientos conservadores y antiderechos en Chile piden hacer un revisionismo de la historia. Ella no será suficiente para crear memoria colectiva, la que solo será posible cuando las personas que fueron perseguidas y atacadas por el régimen militar tengan un lugar para contar (y decidir cómo contar) sus vidas y su resistencia.

Agradecimiento: La persona autora quiere agradecer a Jesús García, Luis Alfredo García y Alejandra Rodríguez por sus amables comentarios y sugerencias para el análisis de la mencionada película.


[1] Larraín, Pablo, El Conde (película), producida por Juan de Dios Larraín, Chile, Netflix, 2023.

[2] Ramírez, Pedro, “El verdadero valor de la fortuna que acumuló Pinochet” [en línea], en CIPER 16, 5 dic. 2012.

[3] Strassner, Veir, “La Iglesina chilena desde 1973 a 1993: De buenossamaritanos, antiguos contrahentes y nuevos aliados. Un análisis politólogo”, en Teología y vida, 2006.

[4] Spielberg, Stevens, Raiders of the Lost Ark (película), producida por Frank Marshall, Estados Unidos, Paramont Pictures, 1981; del Toro, Guillermo, Hellboy (película), producida por Lawrence Gordon, Estados Unidos, Sony Pictures Releasing, 2004 y Johnston, Joe, Captain America: The First Avenger (película), producida por Kevin Feige, Estados Unidos, Paramont Pictures, 2011.

[5] Nicholson, Amy, “El Conde Review: His Bite is Worse” [en línea] en The New York Times, 14 sep. 2023 y Jones, Ellen E., “El Conde review – Pinochet rises from the dead in Pablo Larraín’s gothic horror” [en línea], en The Guardian, 10 sept. 2023.

[6] Díaz de la Vega, Alonso, “El conde, la película que aborda a Pinochet como vampiro” [en línea], en Gatopardo, 14 sep. 2023.

[7] Backer, David; Green, Stephanie y Stasiewicz-Biénkowska, Agnieszka, “Vampiric transformations: the popular politics of the (post) romantic vampire”, en Continuum, 2021.

[8] Pablo Larrín entrevistado en Pizzello, Stephen, “El Conde: Political Satire with Fangs” [en línea], en American Cinematographer, 29 nov. 2023. Traducido por la persona autora

[9] Garratt Viñes, Ernesto, “Pablo Larraín y un Pinochet deconstruido en vampiro” [en línea], en Letras Libres, 13 sep. 2023 y Chang, Justin, “Review: A dictator as Dracula? Netflix horror-comedy El Conde doesn’t draw blood” [en línea], 7 sep. 2023.

[10] Díaz de la Vega, Alonso, op. cit., parr. 6.


Lista de referencias

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