Persecución de nubes: entre lo escrito y lo efímero

Por: Adriana Delgado Román

Desde la primera vez que se echa la cabeza hacia atrás para contemplar el cielo, aparecen, -majestuosas- las nubes en sus distintas formas y tonalidades. En ese primer encuentro con estas masas de agua, surge una conexión casi mística que no se termina de entender por completo a lo largo de la propia existencia. Dependiendo de la altitud atmosférica, las nubes pueden presentar diversos tamaños y densidad; cirros, nimbus, stratus, etc.

En la obra Desde las nubes, del poeta Julio Solís, a lo largo de sus setenta y siete páginas se observa una constante persecución de nubes a través de versos. En su libro Ropavejero, Solís anuncia a modo de presagio -quizás no intencionado- que su siguiente poemario tendría a las nubes como protagonistas: “Me sentaré un rato en la espalda del universo/ cantaré las radiografías de las nubes, a ver si alguien me [tira un elefante”.[1]

Nubes en el marco

Nubes en el marco – Autoría propia. Adriana Delgado Román

El vaticinio se anuda a los poemas presentados en Desde las nubes por medio de versos que exploran las múltiples posibilidades poéticas que emergen de la observación prolongada y constante del cielo que parece piel de borrego, del aquel que está despejado, de los que añoran sus esferas de algodón. No obstante, también se encuentran, versificadas, las nubes de paso, las que traen tormentas a cuestas, las madreperlas que se forman con el viento que trota a su paso y las que cubren por completo los cielos nublados. Así, el autor arroja en los versos estampas de nubes que el lector intenta atrapar, acariciar, asir en el pecho, ya que, tanto si los poemas son leídos en voz alta o en silencio se consigue un goce a través de los versos-nubes.

Es sabido que, desde la antigüedad, las nubes han sido objeto de numerosos versos, ensayos, pinturas, entre otras, ya que forman parte de los elementos naturales más presentes en la cotidianidad. Es más fácil encontrarse bajo un cielo nuboso que bajo una lluvia de estrellas, es más común contemplar el cielo que el oleaje del mar. En México, según los diferentes grupos indígenas, las nubes han sido parte de la representación del mundo a través de la naturaleza. Así, lo que se categoriza como fenómenos naturales son parte de un orden superior y divino que emerge desde una energía sobrenatural que es controlada, a su vez, por deidades.[2]

Nubes sin reflejo – Autoría propia. Adriana Delgado Román

Una de las principales relaciones de las nubes, como parte de la naturaleza, y la humanidad, es la que se da a través de la interpretación de estas con fines meteorológicos. Según la posición y movimiento de las nubes se pueden establecer parámetros para conocer cuándo se avecina una tormenta o cuándo el cielo estará despejado y soleado.  No obstante, fuera del terreno climático, las nubes han sido exploradas desde múltiples aristas. En palabras de Cangi:

muchos han comenzado mirando las nubes: el monje inspirado por la ley de su formación divina; el pintor por las variaciones de sus formas, colores y procedencias; el historiador por el acontecimiento del que participaron impasibles; el poeta por la cercana intimidad con los dioses sin tener que verles la cara; el filósofo porque siguiéndolas persigue a través de ellas una distribución de los tiempos.[3]

Además de la naturaleza, la divinidad, lo místico, en Desde las nubes podemos observar que se tejen relaciones con los sueños, la música, el pensamiento al cerrar los ojos e imaginar las nubes. Se producen enfrentamientos entre evocación y verso, choques entre las grafías conocidas como kanjis (que pertenecen al sistema de escritura japonés) y el español que, al mismo tiempo, se fusionan como nubes y arrojan poemas que permiten encontrarnos de frente con un autor no solo original, sino también intrépido.

Entre albores y pescas -de nubosidades-, Solís nos muestra que su poesía es una parvada de palabras que deja a su paso el rastro de un idilio tribulado expresado mediante lo conciso de los versos cortos y el detalle preciso en los versos de largo aliento que componen su libro de poemas.  Las nubes son un recurso, pretexto y materialidad, pero también el resultado, la forma final de los versos.

Cascada de nubes – Autoría propia. Adriana Delgado Román

La fusión de los estilos poéticos que hay en mencionado libro, llevan al lector de nube en nube mediante los recursos estilísticos que el autor nos expone en su obra. Aunado a lo anterior, cada sección del libro de poemas se encuentra acompañada por un grabado que sigue la temática del título, consiguiendo así, una combinación armoniosa entre el recurso visual y las figuras retóricas.

El cielo de palabras que cobra vida a través de las nubes nos sumerge en una lectura apacible, pero también convulsa. Con cada nube que aparece se esboza la posibilidad de su desgaste, su rompimiento en llanto-lluvia, la estampida contra sí misma o contra sus semejantes o, simplemente nos recuerda su necesaria desaparición, su inminente huida o la salvación a través de ellas. Como lo ha propuesto Aridjis en El libro de las nubes: “He tenido muchos sueños los últimos días, sueño tras sueño tras sueño…
¿Qué tipo de sueños? […] Las nubes… ¿qué nubes? Las que vinieron a salvarnos”.[4]

Si bien las nubes podrían parecer un recurso poético extremadamente utilizado, a lo largo de los poemas que se presentan en el libro, encontramos una manera diversificada de plasmar la relación entre las nubes y el lenguaje. Esta forma de presentación de las nubes, se nutre no solo del ejercicio de contemplación sino también del tejido con voces de otros poetas que caen como nubes, se entrelazan con los versos como oleaje de cirros. Vemos como Li Po, Mistral, Basho, Rubén Darío, danzan en el vasto firmamento nuboso, se mueven con el viento de las páginas y se transforman en implicaciones simbólicas que captan la esencia de las nubes a la par de la voz poética del autor.

La colección de poemas en Desde las nubes, nos invita a la reflexión sobre la fugacidad de la vida, la impermanencia de las experiencias, pero también entrelaza las emociones y pensamientos que surgen a la par del ejercicio de contemplación, la espera, el paso que se detiene para dejarse cautivar por las nubes en el cielo.


[1] Solís, Julio, Ropavejero, Coneculta, 2018, p. 23.

[2] Escalante Gonzalbo, Pablo, Representación y visión de las nubes. Tradición indígena y creencias cristianas, 2018, p. 9.

[3] Cangi, Adrián, “Lo que se ve, lo que se toca. Por una poética de lo irregular, inestable y en metamorfosis”, [en línea], en Incerteza, , 15 dic. 2016.

[4] Aridjis, Chloe, El libro de las nubes, 2011, p. 261.

Lista de referencias

Aridjis, Chloe, El libro de las nubes, Funambulista, Madrid, 2011.

Cangi, Adrián, “Lo que se ve, lo que se toca. Por una poética de lo irregular, inestable y en metamorfosis” [en línea], en Incerteza, 15 dic. 2016, consultado en:

https://climacom.mudancasclimaticas.net.br/lo-que-se-ve-lo-que-se-toca-por-una-poetica-de-lo-irregular-inestable-y-en-metamorfosis/#_edn1

Escalante Gonzalbo, Pablo, Representación y visión de las nubes. Tradición indígena y creencias cristianas, Fundación Amparo, México, 2018.

Solís, Julio, Desde las nubes. Poemas y grabados, Ediciones Romelino, México, 2023.

Solís, Julio, Ropavejero, Coneculta, 2018.

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