Reflexiones marginales en torno a la literatura política de derechas

Por: Oziel Ramírez

A riesgo de exagerar, me parece que la preocupación por el auge de las derechas en el mundo no ha dejado de crecer desde hace una década y media, por lo menos en la misma proporción que el estupor de ciertos sectores de la izquierda frente al ensanchamiento de sus bases sociales y triunfos electorales. Resulta desconcertante, en especial si se atiende que una de sus improntas más notorias está en el desprecio por las mayorías, al tiempo que su ascenso, muchas veces, se da en detrimento de gobiernos de corte popular. Algunas explicaciones hechas sobre la marcha se dirigen a una disgregación de los sectores progresistas en torno a giros reivindicativos del más variado orden[1], a la debilidad de algunos gobiernos para combatir la corrupción[2] o a la potencia que los discursos intolerantes pueden alcanzar en oradores hábiles y oligopolios comunicacionales. Tal vez estas explicaciones tengan algo de razón, o no, pero me parece que en ellas y otras pasa desapercibido el planteamiento de una cuestión central, a saber, la posibilidad de que en muchos casos las derechas sean políticamente más eficaces que las izquierdas y hayan derrotado a estas últimas por sus propios medios.

Los gobiernos antipopulares suelen sostenerse sobre los medios materiales que presta su indisociable vínculo con las oligarquías, pero no solamente. Requieren conocimientos sobre cómo combatir, neutralizar, contener o incluso guiar el poder popular. Es ahí donde entra en juego la literatura política de derechas, la cual, si bien no representa un dominio homogéneo ni mucho menos sistematizado, puede caracterizarse a través de sus prejuicios conservadores y —lo que más interesa aquí— su vocación de lucha contra las mayorías. Evidentemente, es contraria a la de izquierdas, principalmente porque ésta última, en suma, tiende hacia la crítica, es decir, busca explicar los qué y porqué de aquello a lo que dirige su atención. Así, un texto político de este último género se preguntaría, por ejemplo, acerca del por qué un grupo puede obtener obediencia de otro, mientras que uno del espectro contrario se ocupará del cómo hacerse obedecer.                        

Fuente: Foreign Affairs Latinoamérica

Por ese motivo es inútil evaluar las obras de derechas bajo los criterios de aquellas propias de las izquierdas, ya que no tratan de cuestionar rigurosamente el estado de las cosas o de subvertirlo; tratan sobre encontrar modos de ejercer el poder con estabilidad y combatir determinados valores que consideran antagónicos. Algunos han llegado a pensar, equivocadamente, que estas solo quieren legitimar las desigualdades del mundo, pero lo cierto es que contienen algunas cosas además de mentiras y verdades a medias: basta con leer por un rato a sus autores para ver que se encuentran genuinamente convencidos de su propio discurso y se esmeran tanto como les es posible en encontrar formas de controlar y producir la realidad política. Es decir, el pensamiento de derecha no solo le aplaude a la desigualdad desde un rincón, muchas veces la ha producido para servirse de ella.

No les faltó razón a Marx y Engels cuando dijeron que la ideología dominante es la ideología de la clase dominante[3], a lo que se puede añadir que es difícil mantenerse como tal o llegar a serlo sin una ideología que sirva para la lucha tanto en la práctica como en el terreno de las ideas.

Las teorizaciones de la política de cualquier espectro son vitales para el ejercicio del poder toda vez que maquinan objetivos y estrategias, y sirven de medios por los cuales es posible contender por la interpretación legítima de un determinado estado de cosas. En ese orden de ideas, considero importante que los entusiastas del análisis de este ámbito adoptemos perspectivas distintas sobre los textos en los que se pueden apoyar las oligarquías y los gobiernos que toman medidas antipopulares en tanto que conforman una parte sustantiva del conocimiento sobre la lucha política. Ello significa, al menos para empezar, abandonar la actividad habitual de recopilar las contradicciones, sesgos y ausencias de esa clase de escritos, pues desde la primera letra se suelen dar el lujo de ser incoherentes en tanto que descubrieron hace mucho que podían moldear el mundo sin los escrúpulos con que el pensamiento crítico se conduce. En suma, lo que estoy proponiendo es quitarse los lentes de clasificar “ismos” y estudiar el pensamiento de derechas en su potencia creativa, con la advertencia de que puede ser un trabajo fastidioso dado que no todos sus pensadores poseen la misma agudeza. No es igual ir a ver a Jordan Peterson hablar de langostas e “ideología de género” al Auditorio Nacional que permanecer en casa leyendo la Teología Política de Schmitt (aunque la popularidad del primero no es un objeto de estudio despreciable).

Así, por citar algunos casos, La democracia en América sería un libro que da cuenta del modo en el cual los nacientes Estados Unidos resolvieron su organización política sin anclarla a la antigua tradición dinástica europea, evitando que el poder popular fuera por sí mismo el que dirigiera los asuntos públicos al sujetarlo al espacio de la opinión pública y colocándolo bajo la dirección de dos partidos, y no solo un simple elogio de una democracia bastante acotada, particularmente en lo tocante al lugar que sigue teniendo la población no blanca en ella. También, La clase política podría ser leída como una lección para la aristocracia italiana y sus adeptos en la que se explican modos de organizarse, en tanto que minoría, en torno a la monopolización de medios y saberes para la dirección del Estado capaces de afrontar a las mayorías y sus ideales democráticos durante la primera mitad del siglo XX, en lugar de consultarse únicamente como un mal libro de historia con generalizaciones excesivas. Y así podríamos recurrir a varios textos que más que limitados han intentado ser limitantes; que emprendieron una aventura partiendo desde ciertos prejuicios en la que tropezaron con algunas claves para construir sociedades de privilegio lo menos horizontales que determinados contextos permiten.

Por supuesto nada de esto quiere decir que las oligarquías sean fundamentalmente ilustradas. Los procesos de socialización política son hondamente complejos, pero los más probable es que, cómo sugiere la última obra mencionada, los conocimientos para derrotar a las mayorías, junto con las intenciones por democratizar las sociedades desde el terreno intelectual, se cultiven y transmitan de diversas maneras en enclaves.

De cualquier modo, digo que lo importante es tomar el pensamiento de derechas con seriedad: por superficial que pueda llegar a ser, no se debe perder de vista que la trivialidad de la política tan solo está en los ojos de quien la mira. Es más o menos claro el peligro que entraña para el bienestar material de las mayorías y para las minorías subalternas el ascenso de las derechas, pero cuando este problema se reduce a los performances de sus esbirros más caricaturescos es cuando parece no entenderse su dominación sobre las mayorías y las izquierdas.

Von Clausewitz pensaba que existían paralelos entre todas las formas de lucha racionalizada, desde su expresión más mínima hasta la más grande; desde el duelo, pasando por la guerra y desde esta hacia la política[4]. Me parece una metáfora esclarecedora, a partir de ella se puede imaginar a las derechas como un adversario que debe ser tratado con máxima prudencia, que no da risa ni pena ajena. Del mismo modo que algunos sectores populares e izquierdas tienen largas tradiciones de lucha y resistencia, hay derechas que, sobre todo cuando también son oligarquías, poseen experiencias —a veces centenarias— en el combate de oposiciones de todo tipo, las cuales les han permitido perdurar. Visto de ese modo, aún con sus extravagancias, una oligarquía de derecha es algo de temer en la medida que representa un combatiente poderoso, con una posición ventajosa, instrumentos formidables, y que además tiene tras de sí una larga tradición que ha refinado la lucha política hasta un punto en el que puede lograr una proeza tan inimaginable para personas ordinarias como es avasallar al poder popular, aunque no sea totalmente y solo por periodos. Desde ese punto de vista sus victorias ya no son desconcertantes.

Fuente: Castro Marina

Como corolario, pienso que las doctrinas políticas son, en última instancia, estilos de lucha política que se van refinando y cuya efectividad depende de la destreza de quienes las cultivan. Por ello, en mi opinión, a las izquierdas no les bastará con la superioridad moral para enfrentarse a las derechas. Quizá deberían aprender una cosa o dos de estas últimas.

Las elecciones acaban de transcurrir, sus resultados indican que en México la posibilidad de que las derechas se hagan con el timón estatal no es un problema mayor. Hoy su representación política es tan compacta como podía ser y sus discursos apenas son como el zumbido hostigoso de un mosquito.  Su torpeza política es flagrante, sus reacciones rayan en el ridículo y hasta parecen incompetentes para interpretar la realidad. Por su parte, la ultraderecha —cuyo principal diferenciador no suele ser de fondo sino de forma, una muy escandalosa— ni siquiera ha podido alcanzar las firmas necesarias para competir en los comicios. Justamente por ello me parece buena idea prestar atención a la literatura política de derechas ahora. Son tiempos en los que uno lo puede hacer en paz, en los que hasta se puede leer tan solo por erudición, por el puro gusto de conocer la historia de las ideas políticas y de las diferentes concepciones de la lucha política. Es una buena oportunidad, ya que cuando la dirección del viento es favorable para la instauración de un gobierno de derecha se agota el tiempo de pensar y comienza el de actuar.

Fuente: El diario


[1] Véase: Luna, Juan Pablo, “Una promesa llamada Gabriel Boric”, [en línea], en Nueva Sociedad, no. 299, pp. 44-56, consultado en: https://nuso.org/articulo/una-promesa-llamada-Gabriel-Boric/

[2] Véase: Filmus, Daniel, Pensar el kirchnerismo: lo que se hizo, lo que falta y lo que viene, 1a edición, Siglo XXI, Argentina, 2016.

[3] Véase: Marx, Karl y Engels, Friedrich, La ideología alemana, 5a edición, Colofón, México, 2017.

[4] Véase: Von Calusewitz, Carl, De la guerra, 4a edición, Ediciones Obelisco, España, 2021.


Lista de referencias

  • Filmus, Daniel, Pensar el kirchnerismo: lo que se hizo, lo que falta y lo que viene, 1a edición, Siglo XXI, Argentina, 2016.
  • Luna, Juan Pablo, “Una promesa llamada Gabriel Boric”, [en línea], en Nueva Sociedad, no. 299, pp. 44-56, consultado en: https://nuso.org/articulo/una-promesa-llamada-Gabriel-Boric/.
  • Marx, Karl y Engels, Friedrich, La ideología alemana, 5a edición, Colofón, México, 2017.
  • Mosca, Gaetano, La clase política, 1a edición, FCE, México, 1984.
  • Tocqueville, Alexis de, La democracia en América, 16a edición, FCE, México, 2012.
  • Von Calusewitz, Carl, De la guerra, 4a edición, Ediciones Obelisco, España, 2021.

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