Las experiencias cotidianas se agrupan de diversas maneras, algunos conceden más valor a las memorias, otros a las palabras o a los recuerdos plasmados en fotografías o dibujos, aunque pocas veces entre todos esos grupos dejamos espacio para lo que se ha ido. Delmar Penka, en su nuevo libro de ensayos: Ch´ayet k´inal / Las formas de la ausencia, nos presenta remembranzas, anécdotas, dolencias, que trazan caminos desde la palabra hacia el recuerdo —y viceversa— para llevarnos hacia el terreno de las ausencias.
Esta nueva entrega del escritor originario de Tenejapa, Chiapas, ha sido publicada por la editorial Fondo de Cultura Económica (FCE) en la colección Tierra Adentro del año en curso. Se encuentra dentro del área temática de literatura mexicana y ensayo, se presenta en una edición bilingüe; en tseltal y español. Cuenta con dos versiones para su lectura y/o adquisición: formato impreso y electrónico (ePub).

Fuente: Adriana Delgado
A través de siete apartados: «Cosas perdidas», «El duelo», «Lejos de casa», «Reencuentros postergados», «Alma despojada», «Fuegos extintos» y «Resurgir adentro», el escritor nos presenta una constelación de palabras que conducen al lector a un encuentro con las variaciones, mutaciones y metamorfosis de las ausencias. La lectura por momentos se torna apacible, cada palabra como arrullo; nos mece en la nostalgia, pero también nos confronta con las pérdidas y los vacíos que quedan luego de las partidas momentáneas o permanentes.
En cada apartado se presentan espacios, momentos, contextos distintos que, a su vez, conforman la misma línea argumental: la ausencia y sus manifestaciones. La variedad de circunstancias en las que se hace presente la ausencia da cuenta de la capacidad de Penka para transformar un concepto en todo un recorrido; narrativo, poético y reflexivo perfectamente articulado, sin dejar de lado la emotividad, el asombro, la rabia y la ternura propios de cada uno de los personajes que dan vida a los ensayos.
Conforme se avanza en la lectura, se observa que no solo las presencias se cruzan con lo perdido o que no vuelve a aparecer, sino que los propios silencios, la soledad, los vacíos adquieren una presencia tangible que moldea la experiencia de la ausencia y abraza aquello que añoramos. Se presentan las primeras palabras como el recordatorio diario que honra a quienes nos escucharon decirlas, otras se evocan en la lejanía o en el olvido que aún resuena en nuestras vidas. El lenguaje poético y evocador que transmite el autor permite transformar elementos cotidianos en imágenes profundamente conmovedoras:
Meme’ se tomaba el tiempo para recrear sus recuerdos, lo hacía sin ninguna prisa, evitaba cualquier equivocación. En ocasiones agarraba una pequeña vara y dibujaba figuras en las cenizas de la fogata. Aquellos polvos eran el lienzo donde escribía las palabras y las formas que solo ella podía descifrar. Por ejemplo, veía el rostro de su padre con un trazo en espiral, el perro de su infancia con una serie de puntos o un árbol de liquidámbar de su niñez con unas líneas entrelazadas. Eran una total quimera los retratos grabados con restos de lumbre.[1]

Fuente: Adriana Delgado
Penka nos invita a explorar la memoria y ausencia no solo como recursos narrativos, sino como concepciones que sirven para evocar en el presente la emotividad condensada en los recuerdos. De la misma forma, nos propone pensar a la memoria no como un contenedor o depósito que se llena con vivencias y experiencias, sino como un medio para nombrar aquello que oprime nuestro pecho y alma. La riqueza de su prosa no se encuentra únicamente en lo dicho sobre las ausencias, sino en la propuesta de que estas conforman experiencias que traspasan los recuerdos, e incluso, las palabras. Estas ausencias también están hechas de silencios, de lo que no se pronuncia, de lo que se guarda en el corazón.
Así, Penka nos conduce a explorar cómo las ausencias se manifiestan en los sin-sabores de los frijoles o el café, en el llanto contenido, en las sutilezas de la vida cotidiana. Cada ensayo nos desafía y llama a escuchar con atención los susurros, posarnos en los silencios, dar paso a la soledad que hacen parte de nuestras vidas para resignificarlos, nombrarlos en la ausencia y con ello generar nuevas conexiones entre sus significados y comprensión. Construye un yo narrativo que no se posiciona en la melancolía o la tristeza, sino en el conjunto de emociones que derivan luego de racionalizar y sentir las ausencias. El lector se sumerge en la inocencia de un niño que dormía con Fluppy, su perro, a escondidas. También en el malestar que produce la indiferencia ante la búsqueda de una persona desaparecida, transita de la angustia por no conocer el paradero de un ser amado al alivio de no tener noticias al respecto, porque eso significa que no todo está perdido, que aún hay un atisbo de esperanza.
Cada hilaza que sostiene el tejido en Ch´ayet k´inal / Las formas de la ausencia nos permite observar que, en palabras de Nélida Piñon: “no estamos preparados para la vida y somos imperfectos para la ficción”[2], pero existen cauces que nos iluminan el camino para nombrar, enunciar, y afrontar la vida en y a través de lo que se ha perdido pero que pervive en nosotros a manera cumbias, pulque, palomitas, figurillas hechas con masa para tortillas. La obra ensayística nos propone una nueva forma de convivir con nuestras ausencias, sentirlas, evocarlas como conjuros de palabras, hacerlas parte de nuestro día, no como una carga extra que cargar a cuestas, sino como un lienzo que podamos extender y ondear en días soleados, que nos proteja del frío que producen las incertidumbres y recordar las muertes de amigos, uno sobre el que escribamos los nombres que no nos atrevemos a pronunciar porque nos arrasa la vorágine de memorias, uno que sostenga los pedazos rotos tras una separación, uno que nos cobije.

Fuente: Adriana Delgado
[1] Penka, Delmar, Ch´ayet k´inal /Las formas de la ausencia, 2024, p. 43.
[2] Piñon, Nélida, Libro de horas, 2013, p. 15.
Lista de referencias:
Penka, Delmar, Ch´ayet k´inal /Las formas de la ausencia, FCE, 2024.
Piñon, Nélida, Libro de horas, FCE, 2013.

