Por: Rubén Méndez Torres
La administración académica desempeña un papel esencial en el funcionamiento de las instituciones educativas o proyectos de esta naturaleza (como la ReMJI), asegurando que todos los procesos operativos y académicos se desarrollen de manera eficiente y eficaz. Sin embargo, en muchos casos, y sin generalizar, la academia tiende a minimizar o subestimar la labor administrativa, enfocándose casi exclusivamente en el trabajo de investigación y docencia como el motor que mueve al desarrollo del conocimiento. Esta actitud no solo es injusta, sino que también puede ser perjudicial para la salud general de la institución educativa o del proyecto.
La infraestructura invisible
La administración académica incluye una amplia gama de funciones: desde la gestión de recursos humanos y financieros hasta la planificación estratégica, la gestión de instalaciones, la tecnología de la información, la supervisión del cumplimiento normativo, el diseño gráfico, editorial y web, así como la mejora continua de los procesos académicos, entre otros. Estas funciones crean una infraestructura invisible que permite que las actividades se desarrollen sin contratiempos. Sin una administración efectiva, la investigación y la enseñanza no podrían alcanzar su máximo potencial. Las y los administradores son responsables de crear y mantener el entorno en el que las y los académicos pueden florecer, proporcionando los recursos necesarios, garantizando la sostenibilidad financiera y asegurando el cumplimiento de las normas y regulaciones para que accedan a las diversas plataformas y espacios para dar a conocer su trabajo. Sin embargo, esta labor queda invisibilidad, y poco valorada por la comunidad académica.
Una de las razones por lo que lo anterior sucede, es debido a la desconexión entre lo administrativo y lo que se considera académico (quienes imparten docencia y desarrollan investigación). La comunidad académica a menudo percibe al personal administrativo como burócratas que imponen reglas y procedimientos que complican su trabajo, que desconocen su importancia y valor como para detenerse a rellenar formularios o entregar documentos, que su tiempo es más valioso como para desperdiciarlo en leer todo el instructivo que mandan en un correo electrónico y que deben estar al pendiente de sus dudas 24/7, como si de atención al cliente se tratara. Esta percepción se ve agravada por la falta de comunicación y colaboración entre ambas partes. Las y los académicos pueden no comprender completamente las complejidades y desafíos de la administración. Esta desconexión crea un ambiente de desconfianza y falta de reconocimiento mutuo.

Fuente: Kyle Head
Cultura de la productividad como medida de valor
La cultura de la excelencia académica, centrada en la investigación y la publicación, también contribuye a la minimización de la administración. En muchas instituciones, la comunidad académica es evaluada casi exclusivamente en función de sus publicaciones y su capacidad para atraer fondos de investigación. Se generan complicaciones –que tal vez requieran un análisis aparte- para exigir la continua producción y competitividad. Demostrar que eres la o el mejor para ameritar ser retribuido económicamente. Se otorgan valores a tu contribución dependiendo el nivel de tus estudios, la universidad de procedencia, y los contactos con los que te familiarizas dentro del campo político-académico. Todo ello, con la finalidad de recibir bonos, estímulos, becas o premios que indiquen un valor a lo que haces y también, a lo que eres. La administración, por otro lado, no recibe la misma atención o reconocimiento, a pesar de ser crucial para el funcionamiento de las instituciones. Claro que el personal administrativo también es evaluado constantemente, se le exige tareas extra e incluso cosas para las que no se les contrató. Esta cultura puede llevar a una falta de recursos y apoyo para las funciones administrativas, lo que a su vez puede afectar negativamente a la calidad de la educación y la investigación.
Minimizar la labor de la administración puede tener varias consecuencias negativas. En primer lugar, puede llevar a la desmotivación y el agotamiento. Quienes se sienten infravalorados y subestimados de forma constante tienden a perder el entusiasmo por corresponder ese apoyo. Esta situación puede resultar en una alta rotación de personal y en la pérdida de talento valioso. En segundo lugar, la falta de reconocimiento y apoyo a la administración puede afectar la eficiencia y la eficacia de los procesos institucionales, lo que a su vez puede impactar negativamente en la calidad de la formación y la investigación. Finalmente, la minimización de la administración puede crear un ambiente de trabajo tóxico, donde los conflictos entre el personal académico y administrativo son frecuentes y difíciles de resolver.
Valores de casa hacia el ejemplo – La ReMJI como espacio académico
En un espacio académico como lo es la Red Mexicana de Jóvenes por la Investigación también se ha suscitado este fenómeno, a pesar de no considerarse como una institución ni señalar a sus integrantes como personal. En este caso se visualiza como efectos de la contribución voluntaria que hacen diversos jóvenes. Nadie de quienes llevan la gestión de las áreas de la Red percibe un salario, pues la propia ReMJI no recibe recursos de financiamiento. Su principal sostén se basa en el voluntariado de jóvenes que invierten su tiempo y experiencia para que más jóvenes aprendan o fortalezcan sus conocimientos y habilidades. No obstante, también se ve inmersa en este fenómeno de la desvalorización de lo administrativo y se marca con un claro ejemplo de lo que sucede en las instituciones.
Quienes realizan actividades administrativas no significa que sepan menos o que sus estudios no sean universitarios, pero muy a menudo así se ve. Mientras el ámbito académico puede disponer de su tiempo para escribir, asistir a cursos o presentar su trabajo en congresos, la administración debe ocuparse en: conformar comisiones para que se dictaminen los textos, esperar las revisiones, modificar la lista si alguien no acepta, contactar al personal por diversos medios, hacer manuales explicativos para utilizar la plataforma de registro de dictámenes, y aun así, detenerse a explicar por qué no leyeron el manual y están generando errores. Curiosamente, todo lo anterior sólo responde a una sola función académica, la de publicar un escrito.
Todas estas personas desempeñan un rol importante para que los procesos académicos se lleven a cabo. Para que un docente imparta una clase, personal administrativo debió asignarle un aula, publicar los horarios, gestionar un servidor web para la inscripción, diseñar los carteles de bienvenida, contratar al docente, convocar al estudiantado, limpiar el aula, adquirir herramientas básicas de carácter didáctico, y demás aspectos. Una administración bien gestionada puede proporcionar un entorno de aprendizaje favorable que facilite el éxito académico del estudiantado. Esto incluye el diseño de planes de estudios efectivos, la implementación de estrategias de enseñanza innovadoras y la atención a las necesidades individuales de la comunidad académica, no obstante, el reconocimiento a esta labor pocas veces se ve reflejado.
A diferencia del personal académico, el personal administrativo en universidades mexicanas no recibe estímulos por sus méritos. Es decir, los bonos que pueden quedar a consideración del jefe inmediato, y ello no en todos los casos se reciben. No pueden participar en proyectos de investigación si no tienen adscripción académica en una facultad o instituto, y por lo tanto, no pueden participar en programas económicos de apoyo a proyectos. No existen becas para que cursen estudios de posgrado, no pueden acceder a apoyos para estancias de investigación o asistencia a congresos. No hay viáticos en caso de solicitar un viaje con fines profesionales, es más los permisos incluso son limitados para ausencias. No pueden dirigir trabajos de titulación, no pueden ser tutores ni asesores. Deben convencer a los titulares en caso de querer impartir clases, que por lo regular tampoco pueden acceder a ello. No existen estímulos dentro de un programa nacional como similar al SNI. Y no hay un esquema de ascenso para solicitar una titularidad o un aumento por méritos, entre otros.
Lamentablemente la ReMJI también se ha visto envuelta en estas situaciones. Mientras vemos a jóvenes hacer sus posgrados, presentar ponencias en congresos, publicar en revistas y recibir el aplauso de la comunidad académica, hay jóvenes que se preocupan por hacer entendible el formulario para la presentación de proyectos en la Red, creando un manual o cuadernillos poco valorados en la producción académica, porque “¿cómo vas a comparar un manual con un ensayo?”. Esto sin duda es causa de desmotivación. ¿Podrían publicarse los grandes descubrimientos sin un personal especializado en páginas web? ¿Podrían llevarse las magnas cátedras sin el personal de limpieza de aulas? ¿Podría llevarse a cabo el congreso internacional sin el equipo de voluntarios? ¿Podrían desarrollarse las ferias de libros sin la logística? ¡Claro que no¡

Fuente: Jason Goodman
Para abordar esta situación, es necesario adoptar una serie de medidas que promuevan el reconocimiento y la valorización de la administración académica. En primer lugar, es crucial fomentar una cultura de colaboración y comunicación entre la comunidad académica y personal administrativo. Esto puede lograrse a través de la creación de comités mixtos, sesiones de formación y talleres de desarrollo profesional que involucren a ambas partes. Además es importante establecer mecanismos de reconocimiento que valoren adecuadamente la contribución de los administradores. Esto podría incluir la creación de premios y reconocimientos específicos para la administración, así como la inclusión de indicadores de rendimiento administrativo en los procesos de evaluación institucional. El valorar su material didáctico como parte de la contribución institucional y la motivación a la superación de los estudios, con las facilidades pertinentes para lograrlo.
Por último, es inaprensible la necesidad de cambio de actitud entre personal académico y administrativo. Reconociendo la importancia que ambos tienen para el fortalecimiento del conocimiento. Responder los correos, leerlos completamente, atender a fechas establecidas, no solicitar favores adicionales, tener actitud de aprendizaje y agradecimiento, son elementos que construyen y valoran las labores. La parte académica no debe molestarse si por incumplir con la entrega acordada se le sanciona. Por su lado, la parte administrativa debe estar abierta siempre a mejoras, logrando esto con la integración de la comunidad académica. Para valorar adecuadamente la contribución de la administración, es necesario fomentar una cultura de colaboración y comunicación. Así podremos crear instituciones educativas y proyectos verdaderamente efectivos y equitativos, donde todos sus miembros se sientan valorados/as y respetados/as.

