El sueño de las girlies, es cumplir todos sus sueños: De Madame Claude, Plath y otras mujeres

Por: Mariana Palomo

Los sueños son muy subjetivos, pertenecen a la mente, al corazón, al cuerpo de quien los piensa y los anhela, son de quien los construye o los abandona. Pero en un mundo como este, también existen sueños que se piensan y se desean en comunidad. 

Como cuando un equipo deportivo se prepara diariamente para alcanzar ese sueño que los mantiene fuertes; o como cuando un grupo de investigadores desea encontrar las respuestas a sus tan ansiadas preguntas; o como cuando una minoría, anhela la libertad. 

Las mujeres llevamos siglos soñando en colectivo, por la educación, por el voto, por la libertad sexual, por una vida libre de violencia. Hemos soñado con un mundo en donde se nos permita cumplir todos nuestros sueños, pero más que nada hemos deseado poder seguir soñando. 

En un mundo lleno de posibilidades, los sueños han mantenido a flote la esperanza, pues no fue hasta hace poco más de un siglo que los deseos de las mujeres comenzaron a materializarse, primero algunos como sueños individuales y poco a poco los comunitarios comenzaron a formar parte de la realidad. 

Madame Claude. Fuente: El País

Donde comenzaron los sueños

En 1893 las mujeres en Nueva Zelanda verían cumplido su sueño al votar por primera vez y se extendería por todo el mundo a lo largo del siglo XX; los derechos reproductivos y sexuales, aunque aún no alcanzados, encontrarían camino a la mitad del siglo XX en una lucha contra el matrimonio forzado, la mutilación genital, la violencia sexual y la libertad. 

La lucha por la educación continúa desde hace más de un siglo y aunque la igualdad en espacios laborales aún no se alcanza, cada día las mujeres ocupan más puestos en el mundo corporativo, científico y político, como hoy en México en donde finalmente tenemos a la primera presidenta.

En abril de 1967, Kathrine Switzer correría de forma oficial el maratón de Boston, convirtiéndose en la primera mujer en ser parte de estas carreras, cambiando el rumbo del deporte femenino para siempre. 

Y finalmente en 1979, se aprobaría la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, un momento clave en la protección de los derechos de las mujeres.

Pero a pesar del voto, de la educación, de la libertad de decidir sobre sus cuerpos, sobre su dinero y sobre sus deseos, los sueños de las mujeres seguían siendo controlados por los hombres. 

Sylvia Plath, poeta estadounidense, precursora de la literatura feminista, quien se quitaría la vida a los 30 años despues de padecer una profunda depresión a lo largo de si vida, alguna vez escribió:

De la punta de cada rama, como un suculento higo morado, un futuro maravilloso me atraía y me tentaba. Un higo era un marido, un hogar feliz y niños, y otro higo era una poeta famosa, y otro higo una profesora brillante […] y más allá, por encima de esos higos había muchos más que no acertaba a distinguir. 

Me vi sentada en la horcadura de esa higuera, muriendo de hambre solo porque no podía decidir cuál de los higos deseaba. Los quería todos, pero elegir uno significaba perder los demás, y mientras permanecía allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaban a arrugarse y a ponerse negros, y uno por uno caían en el suelo a mis pies[1].

¿Qué tan libres podían ser las mujeres hace un siglo?, cuando aún las casaban a hombres con mejores posibilidades económicas, cuando aún las atraían con la promesa del amor romántico, con un amor eterno e incondicional que terminaba por violentarlas cuando ellas buscaban la libertad.

Sylvia Plath. Fuente: Mujeres Bacanas

¿Qué tan libres podemos ser ahora?, cuando en México son asesinadas diez mujeres al día por razones de género[2] (ONU, 2024)3, ¿qué tan libres podemos ser si la trata de personas y la prostitución, toman las vidas de 55 mujeres al mes en nuestro país?)[3], ¿qué tan libres podemos ser sí en nuestra libertad nos llaman irresponsables, libertinas, fáciles?; ¿qué tan libres podemos ser, si en un mundo lleno de posibilidades, solo quieren que seamos madres, cuidadoras del hogar, proveedoras de amor y ternura para aquellos que continúan violentándonos?

“No ser víctima nunca más”, eso soñaba Madame Claude, una célebre proxeneta francesa, que en su búsqueda por no depender jamás de los hombres, creo una de las redes de prostitución más grandes de Francia en el siglo XX; fue a través del servicio sexual para hombres adinerados, que ella creyó haber encontrado la libertad, creyó haberles dado libertad sobre sus cuerpos a sus trabajadoras, pero terminó su vida en una cárcel, por hacer lo que muchos hombres, jamás encarcelados, habían hecho por siglos[4].

Hemos estado sometidas a los deseos de los hombres desde que salimos al mundo, deseos que directa o indirectamente han sido impuestos sobre nosotras, a través de los cuentos, las canciones, las películas;las palabras y las ideas.

Aprendimos a mentir sobre nuestros gustos y nuestros deseos para encajar en un mundo construido por varones, y deseamos, más veces de las que deberíamos, estar entre los brazos de un hombre que nos provea de todo eso que sentimos que nos falta. 

Hacemos lo imposible para encontrar ese amor romántico o al príncipe del que se nos hablaba desde niñas y aguantamos y soportamos para no ser abandonadas, porque en un mundo construido por hombres, estar solas parece ser un delito. 

“A los veinticinco me enamoré, me quise morir, tomé pastillas y no morí”[5]; Sylvia Plath también quiso morir en algún lugar de Londres hace 61 años; cerró los ojos para siempre, decidiendo por sí misma que no quería vivir más en un mundo en el que se tuviera que servir a los hombres, en un mundo en donde no se pudieran cumplir todos los sueños del relato de la higuera.

Todas las mujeres, las del pasado, el presente y el futuro, moriremos, pero esperamos, deseamos, anhelamos, dejar de morir en las manos de los hombres, dejar de morir por amores desenfrenados, por cariño no correspondido, por matrimonios arreglados, por la violencia infinita, que recae sobre nosotras desde el momento en que nacemos mujeres.

Kathrin Switzer. Fuente: Forbes

Pero, ¿cómo es que desaprendemos todas esas conductas que nos fueron impuestas como naturales?, ¿cómo soltamos lo aprendido desde niñas y convertimos esos deseos en sueños propios y buscamos hacerlos realidad en un mundo como este?

¿Es acaso la amistad, el amor que nos damos y entregamos fielmente entre mujeres, aún a pesar de la presunta naturaleza de nuestra enemistad -construida por el machismo- lo que nos salvará de la muerte?, ¿de la oscura desaparición de nuestros deseos, nuestros sueños y nuestros anhelos?

¿Son acaso las amigas, las otras mujeres, las que nos invitan a seguir soñando?; ¿Las que ponen sobre la mesa nuevos anhelos, nuevas posibilidades?; ¿Las que nos permiten poder seguir eligiendo entre ser ingeniera, científica, modelo, actriz, escritora, poeta?; ¿ser madre o no serlo?, ¿viajar por el mundo, estar con otras mujeres, andar por la tierra libres, o no ser nada, o serlo todo al mismo tiempo sin limitaciones?, ¿sin tener que escoger entre una cosa o la otra? 

Somos nosotras las girlies, las mujeres y los sueños colectivos construidos por nuestras antecesoras las que nos han abierto el camino para seguir soñando, para ser lo que deseemos, querer lo que queramos.

En un mundo en donde las opciones parecían infinitas para los hombres, pero limitadas para la otra mitad de la población, nosotras mismas desenterramos el tesoro, la posibilidad de seguir soñando y construyendo un mundo en donde las mujeres puedan cumplir todos sus sueños, independientemente de su contexto, de su raza, de su educación, o de si sus deseos son o no posibles en su propio mundo. 

Que lo que soñamos ahora, construya un mundo mejor para las que vienen, un mundo lleno de nuevas posibilidades, en donde los sueños colectivos se alcancen, pero también aquellos que solo vivan en un corazón, en una mente, en la piel erizada de quien piensa en el futuro, en lo improbable, en lo que más anhela.

Yo sueño con seguir escribiendo, sueño por un mundo en donde podamos comer todos los frutos de la higuera, y en donde a las mujeres, no nos vuelvan a robar los sueños ni las posibilidades. 

Y tú, ¿qué sueñas? 


[1] Plath, Sylvia, La Campana de Cristal, 2024, p.93.

[2] Organización de las Naciones Unidas (ONU), “Las huellas de los feminicidios en CDMX” [en línea], 7 mar. 2024.

[3] Rojas, Arturo, “Crece 150% número de mujeres víctimas de secuestro”, en El Economista, [en línea], 29 jun. 2023.

[4] Verheyde, Sylvie, Madame Claude (película), 2021,15:49-15:56.

[5] Verheyde, Sylvie, Madame Claude (película), 2021,15:49-15:56.


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