Por: Alan Pérez
En este libro, Fernando Escalante Gonzalbo[1] se propone una “crítica de la economía académica”, por lo que el autor se encuentra interesado en saber en qué consiste y en qué se funda “el arrogante sentimiento de superioridad de los economistas” sobre el resto de los cientistas sociales, además de aventurar algunos cuestionamientos al pensamiento económico con un énfasis especial en lo que se llama en la actualidad como economía conductual, la que con frecuencia es tildada de uno de los campos más activos, originales y prometedores de la teoría económica contemporánea en tanto que se supone que “ha contribuido a corregir algunos de los defectos más notorios de los modelos de la economía neoclásica” en relación con su incapacidad de previsión de la crisis financiera internacional de 2008[2].
La obra del sociólogo mexicano está dividido en seis capítulos. En el primero, “Una idea de la ciencia”, aquel estudioso analiza la división entre ciencias “duras” y “blandas” y el alegato de Snow sobre las “dos culturas” como los soportes de una noción popular, rudimentaria y anacrónica del conocimiento científico, la que se basa en el paradigma nomotético de la física newtoniana del siglo XIX, y la que se caracteriza por a) la necesidad de que la investigación científica proceda mediante hipótesis contrastables por experimentos, por lo que —piensa el académico de El Colegio de México— habría que descartar una cantidad impresionante de saber en las ciencias naturales, sociales y humanas en las que lo anterior se encuentra vedado; b) el requisito de que el conocimiento científico se exprese a través de la formulación matemática, lo que lleva al hecho de que no todo el mundo es cuantificable y, en los casos en que sí, los datos no necesariamente dicen algo sobre la realidad; y c) la capacidad predictiva del investigador acerca del comportamiento de la humanidad o la naturaleza, por lo que el tipo de ciencia al que se alude no es sino una en la que se presupone la existencia de leyes de validez universal, lo que es un contrasentido en el ámbito de las ciencias sociales e, incluso, humana en la medida en que uno de los rasgos característicos de las mismas es que “no pueden prescindir del contexto [porque] tienen que dar cuenta de fenómenos singulares”[3].

Fuente: Instituto Nacional Electoral.
El segundo capítulo, “Naturaleza muerta con números: la economía como ciencia”, lleva a cabo un cuestionamiento de la cientificidad de la disciplina económica a partir de tres de sus mecanismos básicos: abstraer, matematizar y universalizar, cuyo sesgo ideológico es la creencia en la existencia de un “método científico” y cuyo fundamento histórico es la reificación del modelo cognoscitivo de la física newtoniana del siglo XIX. En este sentido, Escalante plantea que parte del aislamiento epistemológico de los economistas se ratifica a partir de la generalización del método de la economía neoclásica como análogo al método científico: si se considera que la economía es una “ciencia dura” que elabora modelos matemáticos con validez universal, entonces resulta claro para los practicantes de esta rama del conocimiento que “las disciplinas tendrían que adoptar el mismo método, e imitar a la economía, si aspiran a la consideración de ciencias.”[4] Así pues, Gary Becker y otros han construido una suerte de “enfoque económico” de todos los fenómenos humanos con base en los criterios de racionalidad, maximización y equilibrio; y, en efecto, el modelo de la elección de los agentes económicos es generalizable para el estudio de cualquier caso del mundo humano, pero el problema es que no deriva sino en juegos lógicos cuya solución depende sus propios supuestos. Como sea, el autor señala que este movimiento de “apertura” de la economía hacia otros campos no es un diálogo entre disciplinas científicas, a pesar de que aquel produzca “la ilusión de que el método de la economía neoclásica está efectivamente abordando, y resolviendo, los problemas de la sociología, la ciencia política, la antropología, de modo que ya no hace falta saber otra cosa ni estudiar otra cosa. Ni tomarse en serio la discusión sobre otros posibles métodos. Otra vez: la arrogancia [de los economistas] no es un defecto moral, sino epistemológico.”[5]
En el capítulo tercero, “Apología pro domo sua”, se abordan algunas de las críticas que fueron inspiradas por la crisis financiera internacional de 2008 en la disciplina económica, las que se ejemplifican a partir de la obra Economics Rules de Dani Rodrik (2014). El texto mencionado comienza con la incapacidad de los economistas para prever tal fenómeno, en especial por la difusión del modelo de la Hipótesis de los Mercados Eficientes; sin embargo, Rodrik señala que la economía neoclásica estaba en la posibilidad de pronosticar lo ocurrido, porque esta posee una amplia variedad de otros modelos teóricos. Una aseveración así es trivial, pues el problema fue que la escuela dominante incurrió en el mismo error dado “la manera como se enseña, se explica y se practica la disciplina.”[6] La crítica de Escalante a Rodrik es que este no imagina una forma diferente de conocimiento científico sino es a partir de la modelización del mundo, lo que no muestra nada de la economía salvo que es posible construir un “juguete lógico” que se asemeje a un mercado eficiente[7]. Un elogio, y nada más, de la simplicidad. En cualquier caso, hay que reconocer que los modelos son útiles como punto de partida en el conocimiento científico, pero que eso no significa que el trabajo académico fuese exclusivamente el proceso de modelización; máxime si tales constructos epistemológicos son, en lugar del resultado de una abstracción, el efecto de la imaginación de los economistas. Por último, se destaca que Rodrik anuncia una serie de cambios en la disciplina económica, en donde se encuentra la emergencia de la economía conductual y su planteamiento de que el ser humano no sólo actúa con base en el interés egoísta (un modelo, por lo demás), sino también con fundamento en otras motivaciones; algo que, de paso, Escalante considera irrelevante, al menos si se revisa cualquier cosa escrita en otras ciencias naturales, sociales o humanas desde finales del siglo XIX. De nuevo, la economía es un claustro sumamente cerrado, en el que no hay diálogo con otras disciplinas académicas[8].

Fuente: Quartz.
En el cuarto, “Brindis al sol: el programa de la economía conductual”, Fernando Escalante cuestiona uno de los campos más activos, dinámicos e innovadores de la disciplina, cuyo objetivo principal era el de “corregir los modelos convencionales de la economía neoclásica y hacerlos más realistas.”[9] No obstante, tal éxito no es sino aparente, ya que autores como Kahneman, Tversky, Thaler, Akerlof y Ariely han escrito una infinidad de cosas en este marco teórico sin que eso haya cambiado la manera en que se explica el funcionamiento de la economía. El ejemplo paradigmático es el libro Animal Spirits de George Akerlof y Robert Shiller (2009), el que fue el producto de la crisis financiera internacional de 2008 y el que sostenía el argumento general de que “los estados de ánimo gobierna la economía”[10]. Al respecto, el sociólogo mexicano menciona que el interés del libro se encuentra en que es una crítica a la teoría económica, principalmente por la irrealidad de sus modelos que no toman en cuenta el comportamiento “impulsivo, irracional e inconsistente” de los agentes económicos[11]. La idea es, otra vez, trivial: es claro que existen muchos factores que afectan el funcionamiento de los mercados, pero tal análisis no se basa en ninguna teoría psicológica o, en su defecto, en una teoría económica que incluya otras dimensiones de la acción social que vayan más allá de lo material, egoísta, racional del ser humano. Por lo demás, el problema fundamental es que el centro teórico sigue siendo el modelo del individuo racional que elige entre alternativas con el fin de maximizar su utilidad, lo que puede cuantificarse, matematizarse y universalizarse. En pocas palabras, Escalante dice que “los economistas conductuales descubren con facilidad que hay emociones de muchas clases: apegos, antipatías, caprichos. Pero no dicen (no es lo suyo) en qué consisten esas emociones, qué son, cómo se forman, en qué medida y cómo dependen de la cultura o de la biología, de la estructura social, de la historia.”[12] En suma, el campo de la economía conductual ha derivado en un sinsentido: los seres humanos son “menos racionales” de lo que se piensa, pero dicha irracionalidad puede ser entendible y predecible, lo que no es sino girar en círculos[13].
En el quinto capítulo, “Un caso ejemplar: la identidad según George Akerlof”, el autor retoma el cuestionamiento de la economía conductual por medio del análisis del trabajo de uno de los premios nobel de economía en 2001. Según Escalante, Akerlof representa un esfuerzo infructuoso por imaginar nuevas explicaciones para los fenómenos económicos con el mismo modelo teórico de la economía neoclásica; además, resulta ocioso que la economía conductual acepte que hay otros factores que influyen en las variables económicas, pero sin dejar de suponer la existencia de individuos racionales en un mercado; o sea, “nada del todo nuevo.”[14] El caso más preocupante es la perspectiva cognoscitiva por la que George Akerlof y Rachel Kranton abordan el problema de la pobreza a partir de la identidad en Economics and Identity (2000). En este, se cita mucho, pero sin un diálogo, a otros cientistas para justificar un modelo económico de individuos racionales, informados y conscientes que maximizan tal o cual cosa; se usan categorías y conceptos sin una definición clara y, a veces, obtusa, en parte porque no hay un tratamiento teórico de los mismos y en parte porque solo les interesa ajustar aquellos al modelo neoclásico del comportamiento humano; se simplifica el mundo con miras a matematizarlo[15], por lo que el producto no es sino un aparato técnico de alto grado de abstracción que, a fin de cuentas, no dice absolutamente nada, salvo que los pobres deciden ser delincuentes, adictos, desempleados, violentos, etcétera, porque son pobres[16].
Finalmente, en el capítulo seis, “Y algunos temas más”, Escalante puntualiza unos cuentos problemas adicionales de la economía conductual. Uno de ellos es el alegato acerca de que esta permitió la incorporación del conocimiento elaborado por otras disciplinas a la economía, lo que no es cierto, puesto que el interés fue, más bien, reducir la complejidad de los fenómenos humanos al modelo simple de la elección racional. Otro tópico es que la economía conductual no incluye como tal a la sociedad, a la historia o a la cultura, y no podría, puesto que en la teoría neoclásica solo existen individuos y elecciones que son atemporales y carecen de determinaciones concretas, pues “se supone que lo universal es la racionalidad maximizadora, y que lo demás es contingente, y en el fondo irrelevante”[17]. Otro más es que el aislamiento profesional de los economistas se apuntala mediante un sistema de reconocimiento que se cierra a otras disciplinas, cuyos ejes son la autorreferencialidad y jerarquía de la academia económica y la norteamericanización y monolingüismo de los economistas. Por ejemplo, “En México, y en países como México, [estos] escriben y publican en un idioma que no entiende la mayoría de sus conciudadanos. Escriben para otro público, que está en otra parte. Y la única crítica que admiten es la que se plantea en sus propios términos, con los mismos supuestos, y el mismo método —y en inglés.”[18]

Fuente: Amazon.
Escalante cierra con algo que ha sido una aseveración constante en la disciplina económica: “se supone que [esta] es ciencia”[19]. Algo solo defendible debido al aislamiento de los economistas del resto de cientistas sociales. La frase resulta muy categórica, pero puede ser también problemática. En el texto aquí reseñado se muestran algunas críticas valiosas al método positivista o neopositivista de la economía dominante, cuyo mayor ejemplo es el campo actual de la economía conductual; sin embargo, y creo que aquí discrepo del autor, se da por sentado algo importante, a saber, que el carácter científico de algo depende en gran medida de su método. Como economista, me parece necesario reflexionar acerca del discurrir presente, pasado y futuro de la disciplina, y estoy de acuerdo en que esto debe de hacerse hacia afuera y en horizontal, es decir, con otras ciencias, y con la sociedad. Pero también señalo, por ello, que hay que trascender la discusión del método en la economía —o, en su defecto, reformularla en otros términos— y que no iría mal si se plantean —para bien o para mal— otras preguntas en relación con el proceso cognoscitivo de esta disciplina, por ejemplo, epistemológicas, ontológicas, éticas, etcétera. En parte, porque precisamente las otras ciencias han discurrido por ellas; en parte, porque un paradigma no solo es metodológico, sino que va mucho más allá. Hay muchas posibilidades, pero una con la que podemos empezar es: ¿qué es la ciencia?, ¿por qué se supondría que la economía es una ciencia?, ¿debido a qué se piensa que la ciencia es algo a lo que debe aspirar la economía u otras formas de pensamiento humano? y si la economía no es una ciencia, ¿qué más puede ser? Una pregunta que, sin duda, resonará no solo en economistas, sino también en otros cientistas no solo de lo social, sino también de lo natural.
[1] El mencionado es un sociólogo mexicano de formación, pero cientista social de convicción. Estudió la licenciatura de Relaciones Internacionales en El Colegio de México y el doctorado en Sociología en la misma institución. Ha impartido una variedad de cursos en prestigiosas universidades, que van desde el propio Colegio de México, pasando por el Instituto Universitario Ortega y Gasset, hasta la Universidad de Chicago. El académico en cuestión se ha enfocado en líneas de investigación que van desde la cientificidad de las ciencias sociales, en general, y la economía, en particular en Una idea de las ciencias sociales (1999), pasando por el vínculo entre los medios de comunicación y la construcción de la criminalidad en El crimen como realidad y representación. Contribución para una historia del presente (2012), hasta la emergencia y el despliegue del neoliberalismo en el mundo, en general, y en el país, en particular en Historia mínima del neoliberalismo de 2016.
[2] Escalante, Fernando, Se supone que es ciencia: reflexiones sobre la nueva economía, 2017, p. 11.
[3] Ibídem, p. 19.
[4] Ibídem, p. 26.
[5] Ibídem, p. 29.
[6] Ibídem, p. 40.
[7] Ibídem, p. 41.
[8] Ibídem, pp. 46-51.
[9] Ibídem, p. 55.
[10] Ibídem, p. 56.
[11] Ibídem, p. 58.
[12] Ibídem, p. 63.
[13] Ibídem, pp. 65-69.
[14] Ibídem, p. 77.
[15] Ibídem, pp. 78-85.
[16] Ibídem, p. 89.
[17] Ibídem, pp. 97.
[18] Ibídem, p. 102.
[19] Ibídem, pp. 106-109.
Lista de referencias
- Escalante, Fernando, Se supone que es ciencia: reflexiones sobre la nueva economía, 1a edición, El Colegio de México, México, 2016.

