Por: Rubén Méndez Torres
Sin duda, la pandemia nos demostró muchas alternativas para cambiar nuestros estilos de vida; una de esas posibilidades fue el de trasladar el trabajo a casa. El homeoffice fue obligación para muchos empleos que tuvieron la ventaja de aislarse, trayendo consigo una experiencia de reconocer sus beneficios. Probamos la diferente organización de tiempos, la distribución de tareas y la fortaleza de confianza al momento de cumplir con los objetivos. No obstante, a cinco años de tal acontecimiento, pareciera que retomamos nuevamente las prácticas y hábitos anteriores a éste, entre ellos volver a las oficinas; acto que abre la puerta a la reflexión respecto a la productividad, la salud mental y los beneficios que tiene cada espacio de desempeño laboral.
Las prácticas laborales antes de la pandemia
Podemos afirmar que, en México, las condiciones laborales que teníamos antes de la pandemia no eran las mejores. Los horarios eran demasiado absorbentes, los espacios de trabajo aglomeraban a muchas personas en oficinas reducidas; las cargas de trabajo eran pesadas y los salarios no eran proporcionales al nivel de responsabilidad. Todo lo anterior hablando de condiciones de trabajo “formal”, en el que se garantiza un sueldo fijo al desempeñar funciones dentro de una institución, empresa o comercio regulado. Considero que el emprendimiento, lo denominado como “informal”, y las prácticas independientes son temas de una reflexión distinta.
El punto es que, a pesar de tener un salario garantizado en una fecha establecida, la calidad de vida laboral padecía los estragos de la deficiente movilidad para ir a las oficinas o áreas de trabajo. Un tráfico que se acrecentaba, el clima cada vez más adverso, la delincuencia y violencia en aumento, y demás factores hacían que salir de casa por el sustento económico fuera un peso que se añade al estrés laboral. Ponerse la camiseta por algo que no te retribuye de la misma manera que tú, no es algo que nos ayude en condiciones de salud tanto física como mental. Y bueno, llegó la pandemia…
El homeoffice y la obligación de aislarse
Antes de irnos de la oficina, nos despedimos considerando que tal vez se trataba de algo que duraría un par de semanas, a lo mucho un mes, pero ¡jamás pensamos que duraría más de un año! El traslado del trabajo a casa no fue un proceso fácil para todes. Algunas personas tenían que repartir su día entre la crianza de sus hijes, actividades domésticas y las solicitudes laborales. Claro que las más afectadas fueron las mujeres. De ahí vinieron las tensiones de convivencia; la violencia intrafamiliar aumentó, problemas vecinales, la histeria colectiva y la desigualdad se hizo todavía más evidente.
Tuvieron que pasar meses para poder acostumbrarnos, sin embargo, el hecho de saber que afuera había un virus mortal hacía que el aislamiento en casa se viera como algo seguro y estresante a la vez. Se sentía como una jaula que nos encerraba, pero también nos protegía. Algo que claramente no todas las personas podían tener. Hubo muchas que tuvieron que salir siendo el único sustento de toda su familia: exponiéndose a los contagios y la situación de inseguridad que se acrecentó, a la disminución de los servicios de transporte y al miedo a enfermar.
Admito que el trabajar en casa fue un privilegio que no todas las personas pudieron acceder, pero también, nos mostró que conlleva beneficios que pueden ayudar a otras personas más allá de las ganancias financieras. Un ejemplo de esto, es el tráfico o el estrés del transporte público; con la disminución de tantas personas tratando de moverse por las ciudades las distancias se acortaron, ayudando también a la movilidad del servicio de transporte y evitando que éste se atasque por el pasaje. Sólo las personas que tenían una necesidad casi obligada de salir utilizaban estos medios. Y claro, esto ayudó a las condiciones ambientales; disminuyó la emisión de gases por los autos y la basura en la calle.

Fuente: Felizabeth Design
Fue complicado, porque: no teníamos la posibilidad de estar toda la familia en casa, el consumo del servicio de internet era deficiente, no todas las personas tienen acceso a una computadora o un buen celular. Con los sonidos de fondo de animales, niñes jugando, el camión de la basura o la falta de privacidad y concentración. Nos dimos cuenta de que nuestros hogares solo estaban hechos para descansar por la noche y no tener actividad toda la familia el día entero. Tuvimos que arreglárnoslas como pudimos. De ahí surge la generación de asociar al trabajo en casa como algo negativo.
Ser libres de aislamiento para decidir
Ahora que vivimos la liberación de escuchar todo el tiempo sobre el COVID-19, hemos retomado varias prácticas que se habían suspendido. Gradualmente se realizó el regreso a las actividades presenciales, haciendo uso de las instalaciones destinadas para ello. Esta situación se ha visto como un acto liberador, de ya no estar todo el día en encierro. Consideramos el salir de casa como eso que tanto necesitábamos.
Pero… no es realmente algo “tan bueno” el retornar a las prácticas de asistencia para trabajar en oficinas o la eliminación del trabajo en casa. No debemos confundirnos, la liberación y satisfacción se debe a que tenemos la opción de salir de casa o quedarnos cuando queramos, ya no es una obligación. Quedarse en nuestro hogar no es el factor negativo, ese era el virus: la obligatoriedad de no decidir sobre nuestra estadía y el miedo al contagio.

Fuente: Factor Capital
¡Apoyad al trabajo remoto!
En mi caso, logré adaptarme al homeoffice. Cumplía con mis pendientes del día, y tenía tiempo para poder descansar más o convivir con el perrito de mi hogar. Como foráneo, hacía ya mucho tiempo que no disfrutaba a mi familia de esa forma, mis proyectos profesionales y personales crecieron aprovechando el tiempo libre que había. Aprendí nuevas maneras de cocinar, de ayudar en casa y de relacionarme con las personas.
México necesita apostarle al trabajo remoto, a posibilitar que existan medios y formas para acceder a ello. Porque es bien sabido que, a muchas personas que dirigen les gusta tener a su personal empleado simplemente ahí, aunque no hagan nada o finjan estar avanzando cuando en realidad tienen cansancio, hambre o irritabilidad. “Horas nalga”, les dicen. Ahora, también asumamos que se necesitan factores fundamentales para que una buena práctica de trabajo remoto funcione:
- Confianza: se cree que trabajar en casa significa “echar la flojera”, y por ello no se confía en las personas. Se les está monitoreando constantemente, generando un ambiente hostil y de tensión. Viceversa, no podemos estar mintiendo a cada rato para no cumplir con nuestro trabajo, porque eso, a la larga, genera desconfianza, y se va a preferir vigilarte que a dejarte a tu organización.
- Organización responsable: es primordial que la asignación de tareas y funciones sea lo más claro posible. Señalar qué tareas y en qué tiempo, y los acuerdos necesarios para lograrlo es básico en un buen trabajo remoto. Si decimos que al medio día estará listo, es porque así es. Y si ya se han asignado tareas para el día, no hostigar con actividades extras que hagan que la organización personal se desequilibre (reuniones innecesarias).
- Comunicación asertiva: es fundamental establecer a través de los canales de comunicación los tiempos, momentos y agendas claras. Uno de los mayores problemas de estrés en el trabajo remoto es que todo el tiempo están preguntando cómo vamos, como si de verdad cambiara algo en media hora. Y bueno, si así fuera, nos corresponde comunicarlo.
- Compromiso: todas las personas involucradas deben llegar a acuerdos y cumplir con ellos. Si se trabaja por un horario establecido, no pedir algo fuera de éste. Si es por cumplimiento de objetivos o metas, cuando se tengan estos productos, no exigir más por el simple hecho de que “estás en casa, no haces la gran cosa”. Ser personas responsables y disciplinadas son elementos básicos, como trabajadores y empleadores.

Fuente: Felizabeth Design
Hay todo un proceso muy largo por aceptar al trabajo remoto como una opción de desempeño laboral. No se trata de mudar a todas las personas, sino que exista como posibilidad de elección. A muchas personas nos ha beneficiado bastante, yo doy testimonio de ello. No tiene que ser específicamente en casa, poder salir a trabajar a otros espacios se ha sentido liberador. No dejemos que la reflexión se desvanezca, y siempre velemos por mejores condiciones de trabajo. La salud mental sin duda nos brinda de mejores condiciones de vida y convivencia, y si todos los espacios en donde recorremos nuestra cotidianidad lo permite, garantiza un bienestar mejor.

